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Loco Pessoa

Sinrazón y perversidad en la última colección de relatos del autor portugués

Recreación de Pessoa con su característico sombrero en una muestra celebrada en el Reina Sofía de Madrid (Foto: Rubén Mondelo)
Recreación de Pessoa con su característico sombrero en una muestra celebrada en el Reina Sofía de Madrid (Foto: Rubén Mondelo)larazon

Sinrazón y perversidad en la última colección de relatos del autor portugués

Fernando Pessoa se deja ver, desaparece por un tiempo, vuelve a ponerse de moda y al poco retorna de nuevo a las oscuridades, a la intimidad del lector para diluirse sólo durante un rato. Le sucede como a otros grandes de la literatura del siglo pasado, el nuestro, que su nombre sobrevuela las iniciativas culturales con relación a una efeméride o celebración de ringorrango y luego nada más. Hagamos un breve repaso interno, ya saben, vuelvan los ojos a sus nombres propios favoritos, repasen sus lecturas, verán cómo aparecen con mayor o menor iluminación propios y extraños. Existe un interés pendular por uno u otro autor, aunque el sustrato de su obra sea una constante en quienes aspiran a algo más que a hacerse una foto con una estatua en la puerta de una café.

Con el escritor portugués sucede que eso, pero además sabemos que su producción aún tiene mucho que aportar para satisfacción del lector que espera las últimas novedades. En este caso, la editorial «El Paseo» acaba de publicar «Cuentos de locos. Retratos de la monomanía y la perversidad», una traducción de Manuel Moya, quien también se ha encargado del prólogo. El libro rescata algunos relatos conocidos y presenta la novedad de mostrar por primera vez en español uno de ellos. El volumen lo forman «La puerta», «Los ojos o el Teatro de Ximéra», «Marcos Alves», «La educación del estoico» y «La hora del diablo». Todos ellos se sumergen en las profundidades del misterio, la sinrazón, el sinsentido y la perversión. Estancias por las que el propio autor campó habitualmente durante su vida. De sobra son conocidos los perfiles literarios bajo los que desarrolló varias existencias, sus constantes coqueteos con el ocultismo, la obsesión por los horóscopos o por cualquier espectro fuera de lo normal que le atrajera la vista. Puede que todo, su vida y obra, consideradas desde la frialdad y la distancia, no sean más una increíble locura. La obra maestra de un loco que murió joven, sin dar demasiadas pistas y dejando una producción prácticamente inabarcable que todavía es motivo de estudio y controversia.

«Cuentos de locos» viene un poco a poner sosiego en este maremágnum del que hablamos, a concentrar por un lado piezas que aparecen acabadas, finitas, mientras que por otro se presenta en un género de trago corto eficaz para tomar el pulso al universo de Pessoa. Muy interesante la traducción de Moya, que en esta misma colección ya se encargó de traer al español «Excelentísimo dinosaurio», de José Cardoso Pires. Escribe en el prólogo: «Así pues, desde su regreso a Lisboa todo parece naufragar en torno a un mundo construido de sueños. La lejanía de su madre, el pacato ambiente cultural que se encuentra a su llegada, el sórdido ambiente político de la capital lusa, las limitaciones de la universidad y su propia incapacidad de adaptación...». El escritor se encuentra en una situación propicia para chocarse de manera inevitable frente a una realidad que lo deja absolutamente alienado y ante la que no es capaz de enfrentarse. Al menos, lo lleva a cabo desde el ámbito de la escritura. Hablamos de las cercanías de 1907, dos años después de su llegada a la capital portuguesa de Durban, un periodo en el que abundan las lecturas de tratados de quirología, fisionomía, frenología, craneología, grafología y otras extravagantes disciplinas. No sólo leyó, sino que en 1906 le mandó una carta a sus antiguos profesores del High School anunciándoles su propia muerte y preguntando sobre el pasado psíquico del estudiante. Por supuesto, la firma era de uno de sus heterónimos.

Pessoa vivió de una a otra depresión y todas le llevaron a transitar por los senderos de la locura pese a su constante preocupación por el racionalismo. Una angustia constante que aparece en algunos de los cuentos, especialmente los llamados de raciocinios, en cuyas páginas se asoma constantemente. También lo hacen, por su presencia, Poe, Morrison o los escritores victorianos. Sin embargo, los relatos breves permiten observar con mayor claridad al autor en aquellos textos en los que derrama su yo directamente. En ellos, mientras que se lo permite su afán por desviarse de su propia figura de escritor, perfila matices y retratos de su personalidad. «En sus relatos afronta temas como el de la sexualidad, la locura, la angustia vital, la insania y el fracaso», insiste Moya al trazar una guía certera de lectura de estos cuentos. Sólo hay que poner la mirada en «La educación del estoico» para darse cuenta de que se trata de un texto profundamente autobiográfico y que según Teresa Rita Lopes sería un segundo «Libro del desasosiego». «Pessoa cedió al barón la alienación mental que pendía sobre él».

«Cuentos de locos» tiene la virtud de servir de llave para abrir la puerta al mundo literario de Pessoa, de ser una fabuloso anticipo en pequeñas dosis que abarcan los grandes temas y obsesiones sobre los que escribió prolijamente a lo largo de su corta vida. Además, sus historias se desarrollan en un mundo mágico por el que se deja ver la capital lusa, en sus interiores domésticos y oficiales, pero también en un ambiente ya desaparecido al que sólo nos puede llevar este autor aún, felizmente, por desentrañar.