Literatura

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«Los primeros años del siglo XXI son una versión exprés del XX»

Santiago Posteguillo se da un paseo por el lado oscuro de la literatura

«Los primeros años del siglo XXI son una versión exprés del XX»
«Los primeros años del siglo XXI son una versión exprés del XX»larazon

A veces hay libros de pocas páginas que se convierten en inevitables. Santiago Posteguillo (Valencia, 1967) lo ha conseguido con «El séptimo círculo del infierno: escritores malditos, escritoras olvidadas» que ha editado Planeta.

–¿Por qué se queda en el séptimo círculo?

–Bueno, porque buscaba un título que fuera llamativo. Imagínate que el primero que escribí sobre «El Quijote» lo llamara «Libros interesantes para leer», al segundo «Más libros interesantes para leer» y a éste «Más libros interesantes que se me olvidaron comentar». No vamos a ningún lado. Entonces hay que buscar un título que sea llamativo y podía despertar el interés de gente adulta y joven, que es un sector que me interesa mucho.

–Veo que la geografía y la historia humana dan para todo tipo de censores.

–Parece que en el género humano siempre hay un grupo que se tiene que dedicar a esa actividad y luego hay otros que tenemos que estar tratando de romper censuras y límites.

–¿Se escribe mejor desde el dolor o desde la felicidad?

–Se puede escribir bien desde los dos extremos. Hay una idea muy romántica que dice que desde el dolor se escribe muy bien, y es cierto que muchos de los autores que desfilan por este libro son un ejemplo de ello, pero me gustaría pensar que no es necesario vivir auténticos desastres personales para poder escribir bien. No creo que se sea mejor escritor porque se haya pasado por más tristezas personales de las que ya estamos condenados a pasar, como pérdidas de padres o de abuelos. Todos tenemos unas dosis de sufrimiento que van de serie. Aspiro a no tener que sufrir sufrimientos adicionales.

–Y a no tener que morir en el Harlem con la boca abierta y mirando al cielo.

–Pues, por ejemplo. Es un poco triste, pero en el libro hay muchos finales disonantes con la calidad de la obra o del mensaje de algunos de estos personajes.

–¿Cuánto ha aportado Posteguillo a estas historias?

–Mucho y en planos diferentes. Para empezar, se trata de un libro que es un híbrido, que yo llamo una colección de relatos, pero es cierto que cada uno de ellos tiene un final periodístico o ensayístico. En un 80% se trata de relatos que están novelados y dialogados, que es lo que creo que lo hace ágil y más abierto a públicos más amplios que a lo mejor se acercarían a estos autores mediante una ensayo. Por eso, libros como estos los pueden leer los estudiantes de secundaria en literatura universal. También hay mucho de técnica literaria, muchos diálogos, un lenguaje directo, ambientación histórica y luego la selección de los autores. Esto tiene que ver mucho con mi ecléctico interés por literaturas muy variadas.

–¿Cuánto hay del lector y cuánto del escritor?

–Está el lector que se ha encargado de la selección y por otro lado, la manera de escribir los relatos.

–Me ha dejado con la piel de gallina el relato sobre Imre Kertész.

–Ah, sí, sobre todo ese final: «Imre Kértesz no es húngaro, ¿qué es? Es un judío». Que eso nos lo digan en el siglo XXI es muy fuerte, es como cerrar un círculo. Por eso pedí que apareciera la bandera nazi en la portada. Los primeros años del siglo XXI son una versión exprés del XX. Si piensas, el XX empezó con una burbuja económica, luego los años locos veinte, el Crack del 29, la crisis económica y social de los años treinta de la que se sale con nacionalismos exagerados, fascismos y populismos que terminan en una guerra mundial. En el siglo XXI ha sucedido lo mismo, piense en el ciclo, ahora estamos en la época de la exaltación nacionalista. ¿Vamos a repetirlo todo? Me gustaría que alguien se sentara a leer en algún momento para recordar la historia y pensar si podemos parar antes de llegar a lo de la guerra mundial. Es verdad que lo de la Unión Europea parece que frena cualquier intento bélico, pero como parece que el fin es resquebrajarla, pienso que todos deberíamos sentarnos a reflexionar.

–¿Cree que le van a hacer caso los intelectuales, si es que quedan?

–No me preocupan tanto los intelectuales porque no somos los que decidimos el destino de las personas. Me preocupan los políticos. Europa está teniendo una pléyade de políticos peligrosos, Le Pen, Farage, Puigdemont...

–¿De qué ha servido todo el sufrimiento de las víctimas, como Kertész, del siglo XX?

–Veamos, yo ya he llegado a la siguiente conclusión. El género humano es profundamente imperfecto y tenemos unas inercias muy negativas, lo cual no quiere decir que no tengamos capacidad para ir bien. La Revolución Francesa, aunque el proceso fuera un poco desastroso y violento, termina en una defensa de los derechos ciudadanos y eso está muy bien. Pero como esas inercias nos llevan hacia la distopía y hacia lo terrible, tenemos que luchar cada generación por la utopía. Nuestro error es pensar que esta especie, que es incapaz genéticamente de evolucionar en naturaleza humana, va a conseguir la utopía. Nunca se va a conseguir la utopía, pero cada generación debe intentarlo. Es una lucha que supone el contrapeso contra la inercia negativa. Por ejemplo, en España conseguimos una transición hacia la democracia muy meritoria, pero el error es pensar que ya está conseguido. Nada de eso, EE UU tiene una democracia de siempre pero que tiene sus puntos negros. No podemos pensar que es posible dormirnos.

–¿Pero cree aún en la Utopía?

–Pienso que es posible seguir luchando por ella aunque no conseguida para hacer contrapeso frente a la distopía. Nunca la conseguiremos, pero debemos seguir luchando por ella.