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María Oruña: «A lo mejor hay que volver a ser más irreflexivos»

La autora de «Donde fuimos invencibles» defiende que hay que tratar de «agarrar» la fuerza de la juventud «aunque tengas 104 años»

La escritora María Oruña
La escritora María Oruñalarazon

María Oruña transita por la novela negra con maestría de la mano de la teniente Valentina Redondo. En «Donde fuimos invencibles» vuelve a crear una intriga fabulosa en tierras cántabras.

–¿Se es más invencible con 100.000 ejemplares vendidos?

–No, se tienen más retos. Así como ser feliz no lo puedes hacer todos los días, pues invencible sólo te sientes de vez en cuando y en este libro, aunque sea sólo por unos segundos, me gusta que el lector recupere esos días cuando era invencible, que casi siempre era en la juventud. A lo mejor hay que volver un poco a ser más irreflexivos, a ser más impulsivos y locos como cuando éramos jóvenes.

–¿Crees que la juventud es invencible?

–Nos daba todo más igual, no considerábamos los pros y los contras, pero ahora lo sopeso mucho más con 41 años y más siendo madre. Cuando eres adolescente parece que todo está por venir, que te lo vas a merendar, es como si fueras más atrevido y radical. Luego todo se suaviza, pero hay que tratar de agarrar esa fuerza entre las manos aunque tengas 104 años.

–Una finca abandonada, un jardinero muerto, una herencia envenenada..., cuénteme más.

–Pues la idea era hacer un guiño a los clásicos para sorprender al lector, que lo está leyendo con gafas del siglo XXI. Presento un caserón que desde luego recurre a eso clásicos ingleses, tipo victoriano, y además hay un escritor que vive sólo, el ama de llaves... Parece que todo es muy clásico, que todo va a ser más de lo mismo pero ahí es donde está el reto. Plantear algo muy manido y que sea muy innovador ante un lector que está acostumbrado a las teleseries, a los giros, a los cambios, a los «cliffhangers». Desde el principio estoy contando que todo es diferente, es verano y hace calor, los fantasmas se aparecen a primera hora de la mañana, no hay nieblas ni sombras. Todo es diferente a lo que te esperas.

–Bueno, Milton dijo que el terror era blanco.

–Es un juego de intriga, no es nada de miedo, pero muchos lectores aseguran que se ponen nerviosos cuando leen ciertas partes. Ése es el juego, que entren en ese palacio de mi mano y piensen qué harían en una u otra circunstancia. Hay muchos vectores en la novela: homenaje a los libros, a las ciencias, hay juego de magias literarios para que todo te deje una huella.

–¿La Guardia Civil da el perfil para protagonizar un libro «noir»?

–Sí, de hecho cuando empecé con la Guardia Civil para asesorarme lo hice porque al primer crimen al que tenía que hacer frente, un muerto en el mar, es de los que se tiene que encargar este cuerpo. No tenía una especial necesidad ni nada, simplemente por una cuestión de la historia, pero conocí un cuerpo que me sirvió y ahora sigo.

–Es un guiño a los clásicos, ¿verdad?

–Pues la verdad es que sí, y un canto de amor a los libros porque no sólo hay un escritor que es el que vive en el caserón, si no que la primera persona con la que se relaciona en Suances es una chica que sueña con ser librera, luego se casa con una editora, hay una crítica a las trabas oficiales para la difusión de la cultura, luego se busca un libro muy importante. Aparecen guiños a Agatha Christie, Henry James, a «Rebeca».

–¿Existe una literatura propia del norte de España?

–No lo sé, pero sí cómo escribo yo. En mí está el mar, porque desde pequeña recuerdo ir con mis padres en barquito a las Cíes, donde aprendía a nadar. Tiene mucha fuerza, pero también puede ser dulce o peligroso. La gente del norte es así, puedes ser fuerte pero muy tierno. Hay un carácter especial, que no sé si tiene que ver con la gastronomía, con los inviernos duros. Eso nos puede dar dureza, pero sí es verdad que cuando llego a un sitio tengo un pálpito y con otros no, pero luego en otros lo capto desde el principio. El norte no es que permita más las novelas negras, pero yo sí soy de allí y tengo una predisposición para la intriga.

–¿Podría escribir sin mar?

–Me costaría muchísimo escribir en el interior, cerca del mar soy mucho más libre. Estoy acostumbrada a verlo a diario, me relaja mucho, pasear, estar sola y ver el horizonte abierto, pero eso le pasa mucho a otras personas que no escriben.

–No la veo escribiendo en un lugar de la Mancha...

–¿Por qué no? Si me parece interesante lo que haya que contar. Lo más difícil para un autor de narrativa es encontrar una buena historia que narrar. Hay escritores que tiene que ir con una libreta, tomando notas diariamente, no es mi caso. Si considero que no hay nada que contar puedo estar meses sin escribir y sin coger un lápiz, pero si veo que hay algo que me emociona voy, viajo, me documento y después de muchos meses de investigación escribo.