Sevilla

Navidad Macarena

La Razón
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Por un simple reloj. Eso cuentan aquellas lenguas antiguas de la ciudad. Que la Esperanza del mundo fue cambiada por un reloj de la calle Relator. ¿Sería Dios o fue el propio destino quien quiso que aquella imagen, custodiada en una maleta, se quedara en un hospital, al fallecer aquel indiano que soñaba con llevarla a las américas? Dicen que al abrir su equipaje apareció una cara que bien pareciera estar hecha por los mismísimos ángeles... Y así fue como la Virgen de la Macarena se quedó para siempre en Sevilla, en la tierra de María Santísima. En la Semana Santa y en la Navidad hay dos momentos donde la magia o el misterio descienden a los pies de la ciudad. Uno de ellos, ocurre cada Domingo de Ramos, cuando Sevilla ya sueña con contemplar cara a cara el rostro del Señor del Gran Poder. El otro, ocurre en estos días de Adviento. La Virgen de la Esperanza desciende hasta el presbiterio. Luce manto de malla de Rodríguez Ojeda y el rosario del Papa Juan XXIII. Detrás, una escalinata llega hasta el camarín, donde se sitúa un enorme sillón con las iniciales o anagrama de María. Por eso, desde hace casi un siglo, la Navidad no llega con anuncios de la televisión, con los grandes almacenes ni con el alumbrado de sus calles. En Sevilla, es Navidad cuando la Virgen que habita junto al Arco pisa su suelo para el besamanos, porque sólo faltan unos días para ser la Madre de Dios. Por eso, en la perfecta asimetría de su cara, llora en la Madrugá y sonríe en el Adviento. Así lo marca el calendario. O aquel reloj, que sirvió de trueque hace más de cuatrocientos años y que proclama, con la Esperanza Macarena, la verdadera llegada de la Navidad.