Sevilla

Orgullo y posverdad

La Razón
La RazónLa Razón

Recuerdan unas marquesinas en pleno centro de Sevilla los tiempos heroicos, pero heroicos de verdad, de la lucha por los derechos civiles. Hace cuarenta veranos, cuando los padres constituyentes aún debatían el texto final que se aprobaría en diciembre, regía la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, una tela de araña normativa que atrapaba a los homosexuales pobres o los condenaba a la marginalidad. El 25 de junio de 1978, desde luego, había que tener dos cojones como dos peras de agua para manifestarse en la capital de Andalucía «por la libertad sexual», tal y como rezaba en la convocatoria –clandestina, naturalmente– del MHAR, poético acrónimo del Movimiento Homosexual de Acción Revolucionaria. Son las calendas ardientes del orgullo gay, que entonces nadie considerada más allá de Nueva York y Londres, pero nuestros héroes eligieron para su pancarta de cabecera un lema mucho más inteligible: «Amnistía total. Presos a la calle, maricones también». Con un par. Las fotografías expuestas en la misma calle por la que discurrió la parada, entonces llamada Avenida de José Antonio, muestran a la exigua concurrencia formando bien juntita para espantar el miedo, pero con esas expresiones de determinación en los rostros de quienes están dispuestos a no dejarse pisotear ni un segundo más. Lo peor es la retórica artificiosa de quienes desean agrandar la peripecia con exageraciones o falsedades. «La Policía nos cortó el paso», reza uno de los pies de foto. Pero se reconoce en el vehículo aparcado junto al cortejo a un taxi de los de entonces, un coche de tres volúmenes (probablemente, un Seat 1.500) gualdinegro con su placa visible de SP junto a la matrícula. La épica mendaz es una, otra, forma de despreciar a los que se jugaron el tipo cuando era de verdad peligroso jugárselo.