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Pascual González: «De nada vale la vida sin bondad ni amor»

Pascual González
Pascual Gonzálezlarazon

“Cristo. Pasión y Esperanza» es el nuevo trabajo de Pascual González y Los Cantores de Híspalis.

–Silvio dijo que Jesucristo era «una cuestión de Semana Santa y una inteligencia prodigiosa». ¿Está de acuerdo?

–Desde el punto de vista de muchos capillitas y cofrades, sí estoy de acuerdo. Desde mi concepción, Jesucristo es una cuestión profunda de una Semana Santa atemporal, en la que no hace falta que huela a primavera para que eternamente Cristo simbolice la verdad, el amor, la fe y sobre todo, la libertad de vivir sin opresiones de poder a través de su Pasión.

–¿Por qué Jesucristo protagoniza su último trabajo?

–Porque Jesucristo era el médico que buscaba ayudarme, la enfermera que me trataba con cariño y sencilla bondad, el cirujano que me quitaba los clavos de una cruz letal antes de que pudiera expirar, el amigo que se convertía en mi cirineo con su compañía, la Magdalena que me entregaba amor con una dulce sonrisa, los fieles discípulos, hijos y amigos, que nunca me abandonaron y fueron auténticos penitentes de mi propio y particular cautiverio.

–¿Qué le sucedió en Israel?

–Me sucedieron muchas cosas, tantas como percepciones continuas, estampas que dejaban de ser espejismos, emociones insospechadas, leyendas reales, secuencias dudosas... Cuando las crónicas de una historia cualquiera, en este caso la de Jesús, están escritas por evangelistas afines, cuentacuentos populares e historiadores objetivos, la suma de valores tan diferentes te curte de unos pensamientos inéditos, llenos de capítulos en varias lenguas que te enseñan la fuerza de la verdad que vas buscando sobre cada piedra de Tierra Santa... Pero encontré el milagro que buscaba, en Israel encontré la vida.

–¿Por qué es tan importante la Semana Santa?

–En la cultura del pueblo andaluz son muchos los siglos en los que el cristianismo ha enarbolado el estandarte de la Pasión de Cristo... Una pasión escrita con sangre de represiones, de continuas luchas contra pueblos de concepciones diferentes, de seguidores de luz y sangre del Hijo de Dios... Sumémosle folclore, alegría y un largo rol de motivos tan religiosos como profanos (con licencia de la Iglesia) y nos encontramos con una pasión que mamamos en los pechos de nuestras madres al son de marchas procesionales y oraciones cantadas por martinetes y siguiriyas, entre lamentos y devociones.

–¿Qué queda de aquel niño de la Calzada que esperaba el Martes Santo?

–Ese niño, que vive en mí, tiene un treinta y tanto de número de hermano, lo que me da la experiencia de estar cada vez más cerca de la medalla de platino. Como dicen algunas frases de la obra Cristo: Yo desde niño me alisté a la gran legión de tus adeptos y seguidores... Tú eres el Dios de mi casa, de mi raza y de mi cielo... San Benito es la Catedral de mi existencia.

–He visto una foto de los 70 en la que detrás de San Benito va solo un penitente con cruz...

–De los diez años que salí de penitente de cruz, detrás del Misterio de la Sagrada Presentación al Pueblo, más de la mitad, fui solo. Y esa fotografía pertenece a uno de esos años.

–¿Cómo se ven las cosas tras 16 operaciones de garganta?

–La propia vida te ofrece, cada segundo de tu convalecencia, los suficientes valores para que te agarres a ellos con todas las fuerzas que tenga tu propio convencimiento de que de nada vale la vida sin bondad ni amor... Echar la cabeza hacia atrás es muy fácil. Lo difícil es llamar a la vida y decirle: «Creo en ti», «Creo en Dios».

–Háblame del último trabajo.

–Permíteme que te responda con parte del primer poema que abre esta obra:

Teatro... Teatro... Cuantas veces soñé en este momento, en este preciso instante de volver a verte... Y de respirarte. Cuantos días de cientos de horas me dormí en tu proscenio sin querer despertar hasta que pudiera subir por mis propios pies, hasta que pudiera mirar al público, de tú por tú, y pudiera contarle la historia que me tocó vivir, la que dio origen a la obra “Cristo. Pasión y Esperanza” y que comencé a escribir, tal y como tengo manuscrito en el atril de mi vida.

Iba caminando con mis coplas que, perpetuas me siguen al compás de mis pasos, cuando de pronto me caí... Una caída tonta, ni siquiera aparatosa, que convirtió aquel tropiezo en un agujero, en un pozo, en un cráter con lava de muermo, una misteriosa caverna, un laberinto, o quizás un infierno, en el que Abrahán con Cristo llevaban mi cuerpo muerto.

Y entre espectros sevillanos, mi padre cogió mi mano y al sentirla, desperté... Enséñame, padre, el camino, no me dejes ir contigo, que a casa, quiero volver, donde mi gente, tu gente, me espera, la música, mis poemas y la tierra de mi amor, en la que tengo sembrada con semilla de Calzada, la flor de mi Encarnación... No puedo irme, María, dame Salud y Remedios, pa’ salir de esta agonía... Y regresar a mi barrio pa’ rezarte ¡Dios te Salve! “agarraíto a tu palio”... Cigarrera, mi Victoria, lléname siempre de vida, de Fe, de Paz y de Gloria, de Triana marinera, de Estrella de sol y río, de Hiniesta y de Valvanera, de Esperanza Macarena y de Virgen del Rocío.

Y tú... mi Señor del Gran Poder, dame la cruz de tus manos y el Calvario de tus pies, para poder pregonarte y alabar tu omnipotencia, y de por vida, entregarte, por los caminos del arte, el cielo de mis creencias, el sol de mis oraciones, la tierra de mi crianza, el barrio de mis fervores, la hermandad de mis amores y un mar lleno de alabanzas... Por tu nombre... Cristo... Pasión y Esperanza.