Carnaval

Pregonero baboso

“El cantante madrileño pese a su origen jiennense se rodeó de esa corte de veraneantes chics para pregonar el Carnaval”

Para inaugurar una fiesta que en la calle va a su bola, atendiendo a su esencia transgresora, y como colofón a un concurso que ha ahondado en la triste espiral de politización en la que se embarcó hace un decenio, el Ayuntamiento de Cádiz contrató para pregonar el Carnaval a Sabina, cantante madrileño pese a su origen jiennense que se rodeó de esa corte de veraneantes chics que, llegados cada verano de la capital, confunden a la provincia más pobre de Europa Occidental con las playas cuasi vírgenes en las que disfrutan de mansiones de a millón de euros: Gran Wyoming, Almudena Grandes, Drexler... pura vanguardia obrera, o sea, ese lumpen-proletariado cinco estrellas que interrumpe de madrugada la tertulia anticapitalista para no llegar tarde a la cita matutina con el bróker que le gestiona los fondos de inversión. Hasta las tortillitas de camarones están en campaña. No extrañaron, así, las presencias de la comparsa de Jesús Bienvenido y de la chirigota de Vera Luque, las agrupaciones de cámara del alcalde Kichi –que pagó la convidá con fondos municipales y algo había que devolver a sus amigos– pero sí llamó la atención el cinismo de Sabina, debelando con un verso a «las manadas de violentos machirulos» desde el pedestal de su condena firme por reventarle un vaso en la cara a una veinteañera. He aquí un cantautor que abjura de la mala reputación de su colega Georges Brassens para unirse con el cirio a la procesión bramante de la discriminación por razón de sexo. Hace más de treinta años que, para no enfadar al omnímodo PSOE de entonces, dejó que Krahe arrostrase solo con las represalias por cantar «Cuervo ingenuo» en TVE. Muere cochino el que nace lechón y cuando viene al mundo un cobarde, deja tras de sí una biografía de baboseo ante el poder.