Teatro

Danza

Quince años de flamenco «underground»

Marco Vargas y Chloé Brûlé estrenan «Los cuerpos celestes», una pieza coral donde su reconocible lenguaje se funde por primera vez con otros artistas, combinando danza, baile y música electrónica

En la imagen, Chloé Brûlé y Marco Vargas
En la imagen, Chloé Brûlé y Marco Vargaslarazon

Marco Vargas y Chloé Brûlé estrenan «Los cuerpos celestes», una pieza coral donde su reconocible

lenguaje se funde por primera vez con otros artistas, combinando danza, baile y música electrónica

Chloé Brûlé y Marco Vargas se encontraron con el flamenco de manera muy diferente. Ella, bailarina canadiense, trabajaba en los Estados Unidos cuando descubrió un baile que la hizo viajar a Madrid primero y dos años después a Sevilla, donde vive desde entonces. A Marco, sevillano de Triana, el flamenco lo perseguía de familia, y tras una breve incursión académica de niño, lo esquivó hasta los 16 años. A esa edad lo retomó y solo un año más tarde ya compaginaba su formación con bailar profesionalmente. Juntos fundaron hace quince años la compañía Marco Vargas y Chloé Brûlé, instaurando un lenguaje artístico propio. «No es flamenco tradicional, pero sí es un lenguaje totalmente flamenco», apunta Vargas. Y siempre lo han hablado a dúo, hasta ahora. Con «Los cuerpos celestes», cuyo estreno absoluto será el 20 de noviembre en el Teatro Central de Sevilla, ese diálogo escénico se abre por primera vez a otros artistas, dos bailaores y un músico.

La ampliación del elenco modificó también su forma de trabajar. «Siempre habíamos partido de un tema concreto, pero en esta creación nos hemos lanzado sin premisas», explica Brûlé. Con esa base se reunieron en junio del año pasado con Yinka Esi Graves, Gero Domínguez y el compositor Miguel Marín. A partir de improvisaciones comenzaron a surgir las primeras piezas, que desembocaron en febrero en esta obra, una partitura coral en siete movimientos donde la danza, el flamenco y la música electrónica transportan al espectador al espacio cósmico. Lo que no ha variado en estos años es su interés por el tema universal de las relaciones humanas. «Si antes usábamos un lenguaje narrativo parecido al de la novela, ahora nos hemos acercado al ensayo poético», resume la bailarina, que encuentra muchas similitudes en «las dinámicas establecidas entre los seres humanos y cómo se relacionan los planetas. Al final lo que se cuenta es la vida». El resultado es «un mundo muy nuestro» donde el público los reconoce y que ellos clasifican como «flamenco underground» por la relación directa que tienen con su entorno, con la calle. De hecho, su local de ensayo está situado en la plaza del Pelícano, en unos antiguos corralones de artesanos y artistas donde palpita el corazón artístico de la ciudad. Un reducto en medio de una urbe donde la creación contemporánea tiene muy complicado florecer. Con más de dos décadas de carrera, sus espectáculos han pasado por la Bienal de Flamenco de Sevilla o el Festival de Jerez, entre otros muchos escenarios de dentro y fuera de España. Aún así, ellos siguen autoproduciéndose y sosteniendo cada nuevo proyecto por sí mismos. «Hemos tenido la barrera de que las instituciones no saben situarnos en el sistema porque no hacemos algo muy definido, que pueda catalogarse», opina Vargas. Para su compañera, la falta de apoyo radica en dos cuestiones. La primera, que «se valora poco a los creadores vivos contemporáneos». A eso, habría que añadir la escasa educación cultural. «Hay que educar a la gente en ir al teatro, que una vez por semana las salidas familiares sean a actividades artísticas».