Andalucía

Santa Claus contra España

La Razón
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Una poderosa corriente de opinión resiste en toda España ante la presión casi irresistible de Papá Noël, que cada Navidad pelea calle por calle, como en la batalla de Stalingrado, contra nuestros autóctonos Reyes Magos. La preeminencia de la cultura anglosajona, que adoptó en la actual Nueva York al neerlandés San Nicolás por influencia de los primeros pobladores procedentes de los Países Bajos, es sólo uno de los factores de esta conquista silenciosa, aunque quizás no el más poderoso. Antes que eso, desde la Baja Edad Media, el Mesías celebraba su natalicio dejando un regalo a los niños de la casa en Nochebuena y con la explosión del consumismo, el 25 de diciembre se impone al 6 de enero por una mera cuestión de fechas: no sólo se aprovecha el periodo vacacional para disfrutar de los presentes e iniciar el comercio las rebajas sino que, con el tiempo, podrá sincronizarse el calendario lectivo con el laboral y que las escuelas retomen las clases a la vuelta de Año Nuevo. La conciliación es también, sobre todo, tener un sitio donde dejar a la prole mientras los progenitores producen. La peculiaridad triste es que aquí todo tiende a politizarse, de modo que a los defensores de Melchor, Gaspar y Baltasar (no digamos el muy nacionalista Olentzero) se los asimila con la derechona castiza y clerical, mientras que los obsequiadores tempranos son acusados de extranjerizantes o, peor aún, muñidores de una conspiración laicista que pretende despojar al país de su título de reserva espiritual de Occidente. Nunca nos aplicamos aquello de «tengamos la fiesta en paz», porque hasta las celebraciones nos sirven de excusa para escupirle a la cara al vecino. Tal vez sea ese rencor siempre latente nuestra esencia común, lo que nos define a todos como españoles.