Gerona

Tabarnia se halla en los mapas

Tabarnia se halla en los mapas
Tabarnia se halla en los mapaslarazon

Quienes rondamos el medio siglo de vida y cursamos nuestras primeras letras en un colegio público de Andalucía sabemos de la sobrevaloración del voto de las grandes ciudades y de la devaluación del voto rural. La razón no es otra que la lectura que los profesores de Historia o «Sociales» nos enseñaban cuando explicaban los resultados de las elecciones municipales del 12 de abril de 1931. A esas elecciones se les atribuyó un carácter plebiscitario sobre la Monarquía que resulta muy discutible pero a la par ya inamovible. Enfáticamente se nos explicaba que la libertad, altura de miras y mayor cultura imperante en las capitales de provincia explicaban el triunfo en ellas del voto republicano. La mayoría de concejales monárquicos de las zonas rurales era, en cambio, atribuido a los pucherazos de los caciques y a la escasa cultura del electorado. Esta verdad no ha hecho más que asentarse con el paso del tiempo, la denostación de la figura del Rey Alfonso XIII (a la que tanto contribuyó la ficción cinematográfica de «Las hurdes» de Buñuel) y la deificación cultural –también principalmente cinematográfica– de la II República. Poco importa a estas alturas que, como recuerda el historiador Andrés Saliquet, los datos electorales sólo fueron de carácter oficioso y publicados en el Anuario Estadístico de 1932 por iniciativa del Instituto Nacional de Estadística y no, como era su deber, por el Ministerio de la Gobernación. El voto de las ciudades ha venido casi siempre presentándose con una pátina de mejor calidad democrática que el rural.

Así las cosas, resulta ahora que conviene a algunos retorcer el argumento tantas veces repetido hasta cambiar la jerarquía de calidad democrática del voto rural frente al de las urbes. El análisis de los resultados de las elecciones regionales del 21-D en Cataluña muestra un apoyo muy superior al independentismo catalán en las provincias de Gerona y Lérida que en las de Barcelona y Tarragona. La diferencia es de casi 20 puntos porcentuales entre Barcelona y Gerona. De manera aún más precisa, mientras que el apoyo a la candidatura del expresidente Puigdemont alcanza –en promedio– el 47% en los municipios con un censo inferior a las 100 personas, el apoyo se desploma hasta el 17% en los que superan los 25.000 ¿qué dirían ahora los profesores de mi generación sobre la calidad democrática del voto independentista?

La deriva más sorpresiva de este resultado electoral no ha sido, sin embargo, el desprecio al voto rural sino la emergencia de Tabarnia como –de momento– ficción argumental para la separación de Tarragona y Barcelona, mayoritariamente no independentistas, de las provincias de Gerona y Lérida. El profesor Rafael Sánchez Saus ha resumido con su habitual visión preclara de la realidad que nos circunda que Tabarnia es la reducción al absurdo de los argumentos y sentimientos que esgrimen los secesionistas pero empleando su lógica. Es lo que hace la plataforma «Barcelona is not Catalonia» cuando explica su propuesta de crear una nueva comunidad autónoma, Tabarnia, que agrupe a Barcelona y Tarragona, separándose así de la «amenaza separatista» y de la «Cataluña rural y pobre», que representarían Gerona y Lérida. Sus argumentos son idénticos a los que recurren los independentistas para impulsar la independencia de Cataluña.

El argumento del «España nos roba» se demostró falso una vez publicadas las balanzas fiscales calculadas por los profesores Ángel de la Fuente, Salvador Barberán y Ezequiel Uriel pero hay que reconocer que el contraargumento técnico y académico caló menos que el mediático lanzado por los nacionalistas. Pero puestos a jugar a los desequilibrios entre lo que se paga y lo que se recibe basta reparar en que el 9% del territorio de Cataluña produce el 70% del PIB catalán, ese 9 % del territorio está en Tabarnia.

Con su habitual acierto, el economista Fernando Trias de Bes ha escrito que los desequilibrios fiscales y solidaridad territoriales se dan en todos los espacios políticos, incluida la Unión Europea. Cuando en el argumentario secesionista la solidaridad territorial dentro de Cataluña no es un problema y sí lo es con el resto de España, lo que en realidad hay es un sentimiento excluyente: la nacionalidad de con quién se quiere ser solidario y con quién no.

Tabarnia ya viene en los mapas. En los mapas imaginarios (de momento) pero también en los mediáticos a juzgar por la amplia cobertura incluso internacional que la iniciativa ha recibido. Poéticamente su presencia en los mapas es también un recuerdo a la fractura sentimental que los promotores de la secesión –ahora en aparente desbandada– han creado en familias y amigos. La Unión es algo que los españoles hemos infravalorado durante tantos años como sobrevalorado el «seny» catalán. La Unión –grupo musical– fue también quien popularizó que «Sildavia no se halla en los mapas». Ahora la reivindicación de la Unión ha puesto a Tabarnia en el mapa con un puntero que señala en cada una de sus comarcas imaginarias un argumento que se volvió en contra de quienes construyeron el relato independentista.

*Profesor de la Universidad de Sevilla y de la Universidad Autónoma de Chile.