Sevilla
«Toda la rabia se queda en un ‘tuit’»
Expone «Risas en la oscuridad» en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Busca la creatividad a través del «salvajismo mediático»
Expone «Risas en la oscuridad» en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo. Busca la creatividad a través del «salvajismo mediático»
«Risas en la oscuridad» repasa la actividad de esta «saqueadora de iconos» en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, donde se exponen 13 obras audiovisuales y 167 fotomontajes hasta el mes de octubre. Para entender el universo de María Cañas (Sevilla, 1972) es necesario hacer un breve esfuerzo y quitarse todos los complejos impuestos por nuestra sociedad. Quitárselos pero no olvidarlos para mezclarlos luego en un discurso de contradicción del que salen ideas e historias con las que acercarse con mayor lucidez al trabajo de esta videoartista. Investigadora de la red y de la memoria visual, su planteamiento planta cara a los discursos establecidos generando discursos con los que trata de plantear posturas innovadoras bajo el concepto de la «risastencia».
–¿Qué son estas carcajadas oscuras?
–En estos momentos de cambio político y social que estamos viviendo tan enormes, para mí es fundamental agitar y modificar las imágenes para transformarnos o al menos intentar convertirnos en seres más dignos y más creativos.
–¿Le inspira mucho lo real?
–Claro, pero lo que hago también es en parte un salvajismo mediático, porque puedo coger imágenes de programas de televisión y llevarlas a un terreno crítico. Por ejemplo, en «Sé Villana (La Sevilla del Diablo)» se me ve mucho el plumero porque es una crítica a la industria de los fanatismos y un homenaje a la humanidad aperreada, a la fuerza de los débiles, perros verdes, a los poetas, locos, exiliados, al rockero cofrade que fue Silvio o a García Pelayo. También al pueblo, no sólo como cantera de material folklórico y de estereotipos, sino como el auténtico protagonista de la historia. Me interesan mucho los cortocircuitos y mezclar discursos «glocales» a contracorriente, como una especie de mantra budista en el que encontrar que todo es lo mismo. Puedo igualar a Jackson con Camarón.
–Una de sus fuentes de creación es Youtube. ¿Está desaprovechado todo el caudal de conocimiento que nos ofrece?
–Para mí es el «ojete popular» y lo uso para mantener lo que entiendo como cine sin cámaras, pero no hay que olvidar que priman los intereses salvajes de las compañías capitalistas que sólo quieren convertirnos en datos con los que comerciar. Hay muchísima censura y no hay libertad para el usuario, lo utilizo pero sé que nada de lo que hay en la red es gratuito.
–En sus obras se aprecia un fuerte componente onírico, ¿cuánto le deben a los sueños?
–La verdad es que yo no hago ni guiones al uso, utilizo asociaciones patafísicas, surrealistas, dadaístas que siempre tratan de mostrar que es posible otro tipo de comunicación. Siempre pensamos que la realidad supera la ficción y al revés. La muerte de Chanquete me arruinó el verano, lo pasé fatal. Pero claro, me viene el cortocircuito mental al pensar si Pancho y el resto lo vivieron de verdad mezclado con el dolor de los coreanos por la muerte de Kim Jong Il, que podrían llorar también por Chanquete, con lo que surge un zapping mental delirante. Lo mismo ocurre con la idea de que Europa se hunde y asociarlo a «Vacaciones en el mar» y los cruceros «Costa Concordia». Soy una mosca cojonera tremenda con discursos que dinamitan los media, las series y la televisión. Se trata de contar la historia de otra manera, como hace Tarantino en «Malditos bastardos» u Orson Welles en «Fraude».
–¿Cuánto hay de ficción en lo que nos cuentan?
–La verdad es que se «ficcionaliza» mucho el dolor ajeno y hay mucha «pornomiseria», pero es necesario sospechar de las imágenes. Creo que hay mucho de sibilino, de modas que nos imponen, por eso me cansa en cierto modo no poder sustraerme de una mirada con espíritu crítico, dejarme llevar por la belleza, algo que sólo consigo con los animales y la naturaleza.
–Pero vive mucho en ese mundo.
–Ya, pienso mucho en imágenes, por eso añoro mi cerebro preinternáutico porque me pasa lo mismo que al Quijote con los libros de caballerías pero con Internet. Me pongo y quiero llegar hasta el final y nunca lo consigo, por eso acabo con los imaginarios desbordados.
–¿Dios es Google?
–Para muchos está claro que sí, pero también es un ovni. Sólo hay que ver las apariciones marianas, que es un tema que me interesa bastante. Soy mucho de las leyendas urbanas, de la teoría de la conspiración y de la contrainformación, porque son una fuente muy importante para evolucionar. Todo lo que sea hibridación me gusta, que lo puro sea mezcla, como el sincretismo religioso, la relación entre la religión y la fiesta. Todo eso me excita mentalmente.
–La calle también es un buen vivero para la inspiración.
–Totalmente, por la calle y en el autobús voy apuntando frases, pero también en los informativos. Lo que sucede es que soy una archivera que vive demasiado en internet...
–¿Qué es la «risastencia»?
–Nietzsche dice que «la risa es el orgasmo de la inteligencia», mientras que Pasolini mantiene que «la cultura es una resistencia a la distracción». Yo uno ambas cosas y creo este concepto que es el humor de todos los colores: carnavalesco, gran guiñol, negro, amarillo o naïf como una crítica de resistencia desde lo popular, para generar ocio terrorífico. Estamos muy en el ocio mongoloide de darle al botón, algo que sólo nos atomiza , pues estamos todos metidos en nuestros móviles. Toda la rabia que podía estar en las calles se queda en un «tuit», por eso me interesa agitar con este salvajismo mediático que me monto.
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