Sevilla

Vota Luis

La teleserie política del año en España, ahora que se despide «Juego de tronos» y que la necesidad de muñir pactos postelectorales desempolvará la fabulosa «Borgen», se titula «Vota Juan» y retrata, en clave de comedia amarga, la vida de un mediocre aparatchik de provincias ascendido hasta el Gobierno y puesto al frente del Ministerio de Agricultura, epítome de todo lo fútil cuanto esconde la cosa pública. Lo borda Javier Cámara en el papel de Juan Carrasco que, no contento con haber destrozado su techo de incompetencia varias veces –una concejalía de fiestas ya le habría venido grande– se postula para asaltar La Moncloa. Veía el último capítulo y saltó un teletipo con las tribulaciones en Luxemburgo del andaluz (adoptivo) Luis Planas, a quien Pedro Sánchez colocó al frente de los asuntos rurales a falta de amigos más lustrosos en el PSOE de Andalucía con los que cumplir con las cuotas regionales. Como resalta el protagonista de la ficción, su negociado incluye también Pesca y Alimentación, valga la sobreabundancia de mayúsculas del lenguaje oficial, pero son las cosas rurales las que más quebraderos de cabeza le proporcionan. Tanto, que se ve abocado a iniciar una escaramuza (iba a poner «guerra»: no llega) comercial nada menos que contra la Administración Trump por cuenta de la aceituna de mesa. Puede dar risa, sí, pero es que la política arancelaria con la que amenaza Estados Unidos se va a llevar por delante a cientos de trabajadores en Córdoba, Sevilla y Jaén. Recordado sea a quienes hacen chistes a costa del Ministerio de Agricultura pero, sobre todo, a cuantos tengan la tentación de votar a partidos que mantienen en su ideario reminiscencias medievales como el proteccionismo comercial. Eso tan antiliberal de «primero lo(s) nuestro(s)» siempre acaba haciendo del mundo un lugar peor.