Segovia
El casco histórico de Segovia pide oxígeno ante el abandono de edificios centenarios
En los últimos años se ha producido una progresiva huida de las instituciones del centro segoviano
La intención de la Diputación Provincial de comprar el Palacio de La Floresta para trasladar allí parte de sus servicios ha vuelto a poner el foco sobre una de las principales amenazas que se ciernen sobre el casco histórico de Segovia. La despoblación ha puesto su punto de mira en la Ciudad Vieja segoviana, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1985, y cada vez late con más fuerza la posibilidad de que acabe convertida en «un parque temático», tal y como alertan los vecinos de esta zona de la ciudad.
La adquisición, por parte de la Diputación, de La Floresta -un palacio remodelado en el siglo XVII que debe a su nombre a la marquesa de La Floresta de Trifontane y que todavía es propiedad del presidente de los hosteleros segovianos, Julián Duque- se ha encontrado con el rechazo frontal de la oposición, que considera que los 2,4 millones destinados a la compra del inmueble deberían dedicarse principalmente a inversiones en los municipios de la provincia. Sin embargo, evitará que un nuevo edificio emblemático del casco histórico de Segovia quede vacío.
Y ya son muchos los que se han visto abocados a esa situación en los últimos tiempos. Han pasado cuatro años desde que el colegio Jesuitinas cerró sus puertas tras más de un siglo de actividad educativa. Dos han transcurrido, mientras, desde que la Universidad de Valladolid abandonó las dependencias del Palacio de Mansilla, donde tenía uno de sus centros en Segovia, para trasladarse a su actual ubicación en el campus María Zambrano. Y en esa misma tarea está embarcada ahora la Biblioteca Pública de Segovia -que en las próximas semanas estrenará nueva sede- y pronto le seguirán el Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS), el colegio Concepcionistas y el Palacio de Justicia, entre otros.
Además, el histórico Palacio de Villafañe, propiedad de la Fundación Caja Segovia, se ha quedado sin inquilinos tras el cierre de la oficina de Bankia que albergaba. «Todo esto responde a la teoría de pensar que puede producirse el desarrollo de una ciudad por la construcción de edificios megalómanos», apunta el portavoz de la Asociación de Vecinos del Recinto Amurallado de Segovia (AVRAS), Pedro Montarelo.
Este observa «con preocupación» la progresiva huida de las instituciones del casco histórico, que dejan tras de sí, sin un futuro definido, inmuebles que forman parte del imaginario colectivo de la ciudad. «Es una tendencia imparable a pesar de que lo que hace particular a Segovia es que es una ciudad muy bien conservada en el que conviven los caseríos, los monumentos, los espacios libres...», reflexiona.
Era el caso del Policlínico, que tras su cierre dejó sin consultorio médico al centro de Segovia y que más de un lustro después sigue sin contar con nuevos inquilinos. «Las instituciones dicen con la boca pequeña que no quieren que el casco histórico se convierta en un parque temático, pero todas son responsables de esta tendencia, que ya parece imparable», argumenta Montarelo.
El presidente de AVRAS se pregunta si no se podrían haber buscado alternativas para ubicar la sede de esas instituciones que se mudan a otros barrios de la ciudad tras grandes inversiones: «Los juzgados se podrían haber acomodado en el Palacio de Mansilla o en lo que era el colegio Jesuitinas, pero en cambio se facilita esa pérdida y se abandona un edificio», señala.
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