Burgos
El rastro que dejó el autor del triple crimen de Burgos
Se estrecha el cerco sobre el principal sospechoso, Ángel Ruiz, alias “Angelillo”
El cerco sobre Ángel Ruiz, alias «Angelillo», el principal sospechoso del triple crimen de Burgos, se estrecha aún más. Según ha podido saber LA RAZÓN en exclusiva, varios agentes de la Comisaría General de Policía Judicial llevan días siguiendo una nueva pista que puede lograr que este delincuente acabe sentando en el banquillo acusado de tres asesinatos con la agravante de ensañamiento: Salvador Barrio recibió 50 puñaladas, su mujer 17, y el hijo de ambos de 12 años, 32. Una verdadera carnicería que traducida en tiempo podría significar una condena de más de sesenta años de prisión que sólo podría verse rebajada con una confesión, lo que es altamente improbable. La pista en cuestión tiene que ver con un importante hallazgo que la Policía Nacional hizo durante el último registro que realizó en la casa del sospechoso en la localidad de La Parte de la Bureba, en Burgos. Se trata de una caja de zapatillas vacía.
A simple vista una caja vacía, de color verde, de la marca Dunlop, puede parecer algo intrascendente, pero no lo es. Los pequeños detalles sirven muchas veces para resolver los misterios más enquistados. La importancia de este descubrimiento reside en uno de los pocos errores que cometió el asesino en 2004: sobre el parqué del piso de Burgos donde la familia Barrio fue asesinada dejó impreso el dibujo de una huella ensangrentada. ¿Qué revela el dibujo de esa suela? Pues que aquel día el asesino llevaba puestas precisamente unas Dunlop del tamaño 43 de pie (en la caja está apuntado también ese número). Esta marca tiene poco tirón de ventas en España, lo que hace que la coincidencia sea enormemente característica y lo convierte en un indicio de profundo calado. Pero ese dibujo además de en el parqué ensangrentado de la casa, también estaba en la puerta del hijo de Salvador Barrio. El pequeño, de 12 años, aterrorizado por los gritos y la lucha, cerró el pestillo de su cuarto y se escondió bajo la cama. El asesino reventó la cerradura de una patada y lo acuchilló. En la puerta quedó también impresa la huella de las zapatillas, pero lo más importante fue que un estudio antropométrico determinó que para golpear la madera con el pie a esa altura que se hizo, lo tuvo que realizar una persona de 1,80 de altura centímetro arriba, centímetro abajo. ¿Y cuál es la altura de «Angelillo»? Precisamente esa: 1,80. Para más inri al registrar su casa de La Parte de la Bureba se encontraron algo sorprendente. La mayoría de las puertas de su domicilio estaban estalladas a patadas, igual que la de la casa de Salvador, exactamente a la misma altura. Es decir, era su práctica habitual. Se comenta en el pueblo que su propia madre y su padre se escondían cuando al «loco» le daba la ventolera y tenía ataques violentos en los que les solía moler a palos.
Si a ello sumamos que una revisión rutinaria del caso recordaron que sobre los cuerpos de las víctimas aparecieron cuatro pelos de los que en su momento no se pudo sacar ADN, pero ahora con la evolución de la técnica sí, estemos, después de transcurridos catorce años, al borde de la resolución de uno de los crímenes más truculentos de este país. Si no hubiera sido por los errores iniciales de los responsables de las pesquisas, debería estar ya aclarado y juzgado. Quizá así se podrían haber evitado dos muertes más: la de Rosalía Martínez, de 85 años, asesinada por «Angelillo» de forma cobarde, atropellándola por la espalda, y la de Shibil desaparecido desde febrero de 2013. Los agentes que llevan este caso están convencidos de que el joven rumano de 24 años murió a manos del llamado también «el loco de la Bureba» por su carácter violento, imprevisible y caprichoso. En las diligencias policiales consta con «Angelillo» le entregó un suma elevada de dinero para matar a un familiar suyo y así poder heredar. Sin embargo Shibil, que de pícaro sí, pero de sicario no tenía nada, se quedó el dinero y se compró un BMW. Todo apunta a que “Angelillo” se lo cobró con su vida. De hecho, fue el sargento de la Guardia Civil Abel Amado quien lo detuvo como sospechoso y al que le prometió: “Te voy a llevar donde lo dejé”. Lo montó en el coche, pero en el camino, en uno de sus arrebatos, cambió de opinión y se negó a cooperar
Una lectura en profundidad del sumario deja al descubierto muchos otros indicios que sostienen una posible acusación por asesinato contra “Angelillo” y no es descartable que los investigadores de la UDEV Central terminen haciéndolo. A la espera del resultado del análisis de ADN de los pelos y del rastreo de la caja de zapatillas, los investigadores no se han quedado con los brazos cruzados. Según ha podido saber este periódico están tratando de localizador algunos efectos que el asesinó se llevó de la casa de Salvador Barrio y para ello están hablando con personas del entorno del sospechoso que podrían orientarles en qué pudo haber hecho con esos objetos.
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