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Enrique Cornejo revitaliza las bellas artes desde el Zorrilla de Valladolid

El empresario vallisoletano seguirá al frente de su gestión otros cuatro años «con la misma entrega y talento» demostrado desde que reabrió sus puertas en el año 2009

Enrique Cornejo
Enrique Cornejolarazon

El empresario vallisoletano seguirá al frente de su gestión otros cuatro años «con la misma entrega y talento» demostrado desde que reabrió sus puertas en el año 2009.

Toda una vida dedicada al mundo del teatro. Casi 60 años. Que se dice pronto. Más de medio siglo produciendo cultura en Mayúsculas, habiendo trabajado con los más grandes de la escena española, de la Zarzuela o de la revista. Un romántico del ayer, que se resiste aún hoy a los embates del presente ante esa efervescencia teatral actual tan dispar a la de hace unos años. A pesar de ello, confiesa que tiene cuerda para rato. Es Enrique Cornejo, un vallisoletano de pro, que cogió de las cenizas el Teatro Zorrilla de su ciudad y lo ha hecho resurgir, empujando además, como él mismo asegura a LA RAZÓN, «a otras instituciones y empresas a abrir otros recintos teatrales».

«Valladolid se ha convertido en la capital del teatro», afirma con rotundidad, «y me siento orgulloso de haber aportado mi granito de arena a ello». Aunque recalca, que la mayor satisfacción que recibe es el agradecimiento que percibe en los miles de vallisoletanos que acuden cada semana a las distintas funciones del Zorrilla y lo que ha significado para ellos recuperar el teatro en la ciudad».

Son un total de 1.500 espectáculos los que se han programado a lo largo de estos cuatro años, «tocando todos los palos», desde el teatro más tradicional, a la revista, pasando por la Zarzuela, monólogos, espectáculos para niños..., y que le han hecho acreedor a continuar otros cuatros años (dos más dos) al frente de la gestión del Zorrilla, aunque previamente con convocatoria de concurso, algo con lo que no está del todo conforme. «Es como si no valiera para nada todo lo que has hecho. Se ha realizado de manera democrática, que me parece lo correcto, pero no entiendo que tu currículo no sirva para nada. Es un hándicap moral, la falta de garantía que tienes, y volver a tener que empezar de nuevo».

Y eso que cuando se hizo cargo del teatro comenzaban las «vacas flacas» para el mundo de la cultura. «La crisis la hemos campeado como hemos podido. Heróicamente y a base de precios, haciendo los espectáculos accesibles para todos los públicos y sin valorar la parte ecónomica». Y pone el ejemplo del último concierto de Ainhoa Arteta en el recinto teatral: «Es impensable que actúe ante 500 espectadores y por sólo 30 euros. Es un disparate. Pero cuando ves a la gente vibrar, merece la pena tanto esfuerzo».

¿Y qué va a esperar el público que acuda al Zorrlla los próximos meses? «Si te dijera que voy a inventar algo te engañaría. Vamos a trabajar por incorporar toda la metodología moderna al ocio cultural, pero siempre siguiendo la misma línea, programación de calidad, ofertando todos los géneros posibles y una entrega total por mi parte», responde. Eso sí, confiesa que el teatro ha variado al ritmo que lo ha hecho la sociedad. «Ha cambiado el público que está influenciado por un espectáculo más ligero para evadirse del día a día. Hoy los monólogos están a la orden del día y antes era algo impensable», indica.

Un amor al teatro, que se gestó gracias a su padre, que le llevaba a las distintas funciones que se desarrollaban en la ciudad. Incluso, confiesa, llegó a boxear en el mítico Teatro Pradera.

Pero además, Enrique Cornejo también ha querido dar otra vertiente cultural al Zorrilla anexa a las tablas con la instauración de encuentros de poesía y de literatura, encuentros solidarios de ajedrez, visitas de colegios para conocer cómo funciona un teatro y la puesta en marcha de Premio Internacional de Poesía José Zorrilla. «Una plataforma de ebullición permanente cultural, más allá de lo escénico», indica. Una pasión que ha sabido transmitir a su hijo, Alain, quien se ha hecho cargo de la gestión del Teatro Carrión en una ciudad como su Valladolid a la que tilda de «culta, seria y muy agradecida».