Artistas
Joaquín Díaz recuerda el talento, inteligencia y espíritu crítico de Cecilia
El etnógrafo invitó a la cantante a compartir conciertos para darla a conocer, «placearla» e iniciarla en los escenarios de España
Con apenas veinte años de edad, ataviada con unos vaqueros, un jersey negro y una pamela parecida al sombrero de Jimmy Hendrix, una casi adolescente Cecilia se presentó a comienzos del verano de 1969 en el apartamento de Joaquín Díaz para cantar y convencer a toda una autoridad del folk en esa época.
«Por aquel entonces yo tenía una página semanal en la revista Mundo Joven, que dirigía Jesús Picatoste, y recibí una carta en la redacción de una chica que quería mostrarme sus composiciones y cantar algunas canciones, como hacían muchos aspirantes entonces», recuerda Díaz (Zamora, 1947) en una entrevista con la Agencia Efe.
Ese fue el comienzo de la fulgurante y meteórica carrera de Evangelina Sobredo, conocida como Eva en su círculo y que siete años después truncó un fatal accidente de carretera en las inmediaciones de Benavente (Zamora), pese a lo cual el espíritu, la frescura y actualidad de sus composiciones sigue vigente.
Así lo demuestra el multitudinario concierto de homenaje celebrado el pasado jueves en Madrid, 41 años después de su muerte, la continuada reedición y difusión de sus canciones, algunas inéditas e incluso grabaciones artesanales como las que hace un año rescató el escritor y periodista José Ramón Pardo para el sello Ramalama.
«Era muy evidente que tenía un talento natural, había que estar muy ciego para no verlo», ha evocado Joaquín Díaz, un joven veterano entonces, pese a lo cual ya gozaba de un consolidado prestigio como investigador, compositor e intérprete en recitales por colegios mayores y universidades en la agonía del franquismo.
Joaquín Díaz, que se comunicaba con mitos vivientes como el estadounidense Pete Seeger y fue el primer músico que introdujo en España las canciones de Dylan, invitó a Cecilia a compartir sus conciertos para darla a conocer, placearla e iniciarla en los escenarios.
«Era muy inteligente, con un gran espíritu crítico, leía mucho y en su amor por España era una gran aficionada de Valle-Inclán y Unamuno», ha insistido Díaz, quien ha destacado la finura poética, la naturalidad con que lanzaba sus mensajes y la «ironía no hiriente» de sus letras, «testimonios de un fin de época».
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