Castilla y León
Otras navidades
A mí me gusta hablar de navidades más que de navidad en singular. Y es que navidades hay muchas y no una sola. Los seres humanos necesitamos unificarlo y jerarquizarlo todo porque nos cuesta aceptar la diferencia y la diversidad. Pero en estas fechas deberíamos aprender a aceptarlas con naturalidad porque, si en algo nos parecemos todos, es en que somos diferentes.. Hay una navidad para el que está, por estos días, al otro lado de la barra o del mostrador. Otra para el que está esperando que estos días se acaben lo antes posible. Otra, en fin, para el que estos días son como todos los demás. Hay una navidad religiosa, cultural, folclórica, siempre a medio camino entre lo cristiano y lo pagano pues de ambas raíces se nutren estas fiestas.. Hay otra navidad muy diferente en los hospitales, en los hogares entregados al duelo, en las casas de acogida a personas maltratadas. La mayoría de nosotros pasa estos días como puede. Unos pocos afortunados los pasan como quieren, de acuerdo con sus creencias y costumbres tradicionales. Lo más hermoso que esta navidad podría enseñarnos a todos es a pensar en la navidad de los otros antes que en la propia. Solemos pensar en los demás para juzgarlos. ¿Por qué no para tratar de comprenderles? Yo, que soy monje católico y celebro la navidad religiosamente, siento, en estos días, profunda simpatía por quienes celebran, padecen o consumen otra clase muy diferente de navidad. En el portal de Belén había muy poca cosa, más amor que calor. Pero lo suficiente para que todavía hoy, después de dos mil años, siguiéramos recordándolo, olvidándolo y, sobre todo, adornándolo con regalos, luces, villancicos, cenas y mil detalles de una navidad que ha sido siempre lo que somos nosotros: paganos y cristianos, espirituales y terrenales, diferentes y contradictorios.
A mí me gusta hablar de navidades más que de navidad en singular. Y es que navidades hay muchas y no una sola. Los seres humanos necesitamos unificarlo y jerarquizarlo todo porque nos cuesta aceptar la diferencia y la diversidad. Pero en estas fechas deberíamos aprender a aceptarlas con naturalidad porque, si en algo nos parecemos todos, es en que somos diferentes.
Hay una navidad para el que está, por estos días, al otro lado de la barra o del mostrador. Otra para el que está esperando que estos días se acaben lo antes posible. Otra, en fin, para el que estos días son como todos los demás. Hay una navidad religiosa, cultural, folclórica, siempre a medio camino entre lo cristiano y lo pagano pues de ambas raíces se nutren estas fiestas.
Hay otra navidad muy diferente en los hospitales, en los hogares entregados al duelo, en las casas de acogida a personas maltratadas. La mayoría de nosotros pasa estos días como puede. Unos pocos afortunados los pasan como quieren, de acuerdo con sus creencias y costumbres tradicionales. Lo más hermoso que esta navidad podría enseñarnos a todos es a pensar en la navidad de los otros antes que en la propia. Solemos pensar en los demás para juzgarlos. ¿Por qué no para tratar de comprenderles? Yo, que soy monje católico y celebro la navidad religiosamente, siento, en estos días, profunda simpatía por quienes celebran, padecen o consumen otra clase muy diferente de navidad. En el portal de Belén había muy poca cosa, más amor que calor. Pero lo suficiente para que todavía hoy, después de dos mil años, siguiéramos recordándolo, olvidándolo y, sobre todo, adornándolo con regalos, luces, villancicos, cenas y mil detalles de una navidad que ha sido siempre lo que somos nosotros: paganos y cristianos, espirituales y terrenales, diferentes y contradictorios.
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