Valladolid
Recordatorio de Quintanilla Buey
A veces parece que en esta vieja Castilla carecemos de postes de alumbrado: no vemos o no queremos ver más allá de nuestros intereses crematísticos, y echamos la culpa de lo oscuro o dejamos todo al libre albedrío de lo público. También da la impresión de cierto enmudecimiento colectivo, especialmente a la hora de reconocer y pronunciarse sobre la obra de ciertos hombres esenciales para que, al menos, no decaiga la potencia del idioma. Uno de esos seres de imposible olvido (al menos para este escriba) lleva por nombre Andrés Quintanilla Buey (Palencia, 1932 - Valladolid, 2008). Un 3 de julio de hace cinco años falleció este inmenso poeta de generosidad extrema.
Quería tanto a esta su Castilla, a pesar de varios desdenes. Él los quería a todos, a la mayoritaria gente buena, pero también a esos pocos que hacen daño. Él, como genuino cristiano, seguía adelante con sus afanes, especialmente pródigo a la hora de divulgar la obra de otros. Así escribía; recordemos unos versos: «Porque somos tan hijos del secano,/ tan hechos a la helada, al sol que tuesta,/ sabemos más o menos lo que cuesta/ ser español y encima castellano.// Y este es el pueblo. Un pueblo que no canta/ o canta poco y mal, que las canciones/ son para pueblos sin desilusiones./ Esta es Castilla. Y esta su garganta».
Pues ahora ahora algo ha cambiado, al menos al respeto de este escritor que admiraré siempre. La Fundación BBVA ha patrocinado un volumen que recoge los dos mil actos culturales que organizó junto a los Grupos Sarmiento y Juan de Baños. También una colección de poemas y dibujos en torno a los pájaros, escritos y pintados por él y por varias decenas de poetas y pintores de España.
¡Qué magnífico legado nos dejó Andrés Quintanilla Buey!
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