Literatura

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¡Año nuevo! Ya, por que tú lo digas

Escritores y artistas siempre han buscado dar una vuelta de tuerca a la idea de noche vieja

Algunos artistas, como el Dr. Seuss, han centrado sus barrocos talentos en dibujar un fin de año lleno de pequeños mundos
Algunos artistas, como el Dr. Seuss, han centrado sus barrocos talentos en dibujar un fin de año lleno de pequeños mundoslarazon

Escritores y artistas siempre han buscado dar una vuelta de tuerca a la idea de noche vieja.

El siete de mayo de 2018, Juan Carlos reunió a todos sus amigos y les dijo que esa misma noche celebrarían año nuevo. Tenía sus motivos, los primeros cinco meses de aquel año habían sido una sucesión de desastres, tragedias y malas noticias a secas y no había motivo para esperar otros largos y agónicos siete meses para buscar el milagro de «a año nuevo, vida nueva». El pobre Juan Carlos quería una vida nueva ya, ya, ya, así que compró uvas, cotillón, hizo una lista de canciones para amar y bailar hasta el amanecer y decidió que no lo haría solo, que salvaría también a todos sus amigos de aquel infame 2018.

Hay quien se marcha a una isla tropical a celebrar el fin de año para engañar al tiempo y vivir noche vieja con calor. Juan Carlos quería engañar todavía más al tiempo y sus amigos entraron en el juego porque no estaba mal pensado y tampoco tenían nada mejor que hacer. A las doce de la noche empezaron a comer desesperados las uvas y a besarse y abrazarse después, deseándose sólo lo mejor para el siguiente año, porque lo hicieron fatal la última vez. El espisodio de «Barrio Sésamo» en que les decían las diferencias entre desear lo mejor y lo peor no lo vieron y quizá ellos tenían la culpa de todo. Por suerte para ellos, Juan Carlos no era de los que culpan a los demás de todos sus problemas.

A las siete de la mañana, con el sol ya sobre sus cabezas, y con sus camisetas rojas conjuntas con la cita «¡2019, el año de la barbaridad!» bien impresa, se fueron a desayunar a Els Tres Tombs. No tenían sueño, sólo ganas de que ocurriese el milagro y empezase de verdad una vida nueva. «¡Feliz año!», desearon al camarero, que trabajaba allí desde 1986 y había visto las suficientes animaladas durante todo ese tiempo para no hacerles ni caso. Él se lo perdía. Quizá desde 1986 todos sus años habían sido iguales, pero ese 2019 era realmente diferente.

Los amigos de Juan Carlos se fueron a seguir la fiesta a casa de un alemán algo colocado que debía vivir en el 2024 por lo menos. Sin embargo, Juan Carlos quería volver a casa y esperar, esperar hasta que 2019 fuese diferente de verdad. Llegó esperanzado. Miró a su calendario. El ocho de mayo de 2018 había desaparecido, y todos los meses posteriores. Pero eso era fácil. No, sólo cuando miró por la ventana vio que, diablos, sí era el 1 de enero de 2019. No sentía nada diferente, es cierto, pero «peor seguro que no va a ser», así que se le dibujó una sonrisa en la cara. «Vaya, esto sí que es nuevo», se dijo y se dio por satisfecho. Tanto es así que no celebró el 2020 hasta cinco años después

Las historias que giran alrededor de noche vieja son millones, tantas, que si reprodujésemos una por cada año de la humanidad ahora viviríamos en el 198.456 después de Cristo. Porque la idea de celebrar el fin de un tiempo, el ocaso de una perspectiva, y desear un nuevo rumbo, un viento más a favor, da mucho juego. Escritores de todos los tipos, poetas, novelistas, dramaturgos, dibujantes de tiras cómicas, tienen su historia personal a este respecto. «Declara la guerra contra tus vicios, la paz a tus vecinos, y deja que cada año nuevo te encuentre un hombre mejor», decía Benjamin Franklyn, que no abogaba a sus amigas a que buscasen nuevo marido, sino que se refería a sí mismo. «Escríbete en el corazón que cada día es el mejor día del año», añadía Emerson. Así que a la porra el año nuevo si no tiene una gran historia detrás.

La primera que hay que hacer referencia es del maestro de las historias de fantasmas victorianas, E. F. Benson. En «Cómo el miedo abandonó la larga galería» nos lleva a una se esas casas de campo inglesas donde se celebra la tradicional fiesta de fin de año de la señora Peverill. La aparición de unas terroríficas gemelas empezarán a desesperar el recelo de los invitados y la señal de que una maldición se acerca, pero cuando el año acabe parecerá que también se acaben las tonterías y los prejuicios contra los fantasmas y aquellas tiernas apariciones dejarán de ser una amenaza. Porque el fin de año puede servir para muchas cosas, pero sobre todo para quitarnos tonterías de la cabeza y empezar de nuevo. «Y ahora damos la vienvenida a un nuevo año, lleno de acontecimientos que nunca han sido todavía», aseguraba Rilke.

Otro gran ejemplo es el de James Thomas Farrell, creador de uno de los personajes más poderosos del siglo XX, Studs Lonigan. En «New Years Eve-1929» nos describe una de esas desangeladas fiestas de fin de año en que todos piensan que los demás se lo están pasando de fábula, salvo ellos. Esa sensación de vivir aislado en comunidad se exacerba en la figura de la joven Beatriz, la desesperada protagonista que proyecta en la fiesta de fin de año su última esperanza para encontrar todo lo que desea. «Nunca eres lo suficientemente viejo para no buscar un nuevo desafío o aspirar a un nuevo sueño», aseguraba C. S. Lewis. «El día de año nuevo es el cumpleaños de todos los hombres», remarcaba Charles Lamb, que le encantaban las fiestas.

En nuestra casa, Pedro Antonio de Alarcón también se apuntó a la gloria de escribir sobre el último día del año con «El año nuevo» una melancólica historia de pérdida y deseso frustrados que dan un glorioso traspiés al final para que hasta los más desesperados tengan lugar para la redención y la vida nueva. Porque la esperanza es lo único que rompe los años y los divide. Sino no tendría sentido acumular años. «Yo prefiero los sueños del futuro mejor a la historia del pasado», aseguraba Thomas Jefferson. «Cada nuevo principio viene de otro principio acabado», le respondería Séneca.

Entre los grandes clásicos de este género está «Sir Gawain y el caballero verde», célebre leyenda artúrica que nos traslada a la noche buena de la mesa redonda, con todos los caballeros pasándolo en grande hasta que aparece un gigante de muchos metros que reclama batirse en duelo. Su nombre, el caballero verde. Sir Gawain será quien se enfrente a él y le corte la cabeza, sólo para saber que ha caído en una maldición y cada fin de año el caballero verde volverá a donde esté para continuar con la pelea. Porque a veces todo esto del año nuevo es una pantomima. «Si no te gusta algo, cámbialo. Si no puedes, cambia tu actitud», decía Maja Angelou. ¿Tenía razón? «La mejor manera de predecir el futuro es crearlo», insistía Lincoln. «Con el nuevo año llegan nuevas fuerzas y nuevos pensamientos», les contradecía Eleonor Roosevelt.

Dibujando fiestas

El mundo del cómic ha hecho de año nuevo su agosto. No ha existido tiras cómicas que no hayan hecho alguna referencia a la fiesta, de «Garfield» a «Daniel el travieso», pasando por el genial Charles Schultz y su «Snoopy». Hasta el mismísimo Dr. Seuss puso su grano de arena dibujando una alocada orquesta de noche buena o Chic Young con su tierno «Blondie» o los emblemáticos «Calvin & Hobbs». Hasta los superhéroes celebran el fin de año, como un número reciente de Harley Quinn, personaje muy popular desde su aparición en la película de «Suicide squad». «Las resoluciones de año nuevo son como cheques que los hombres firman de un banco en donde no tienen cuenta», aseguraba Oscar Wilde. Es decir, celebremos cuantos años nuevos podamos, porque nadie nos lo impide.