Barcelona

Aquellos maravillosos años, según Anne Wiazemsky

La ex mujer de Gordard novela su relación con el cineasta. «Un año ajetreado». Anne Wiazemsky. Anagrama. 218 páginas, 17,90 euros.

La Razón
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A veces, las personas acaban con los seres que adoran. El amor tiene esos golpes de gracia. Anne Wiazemsky no era más que una niña de 19 años cuando, en 1966, le escribió una carta a Jean-Luc Godard diciendo que amaba su última película, «Masculino femenino» y que no podía más que amar al hombre que había hecho esa maravilla. Pocos días después, y ante su sorpresa, el cineasta se presentó en su casa, conmovido por las palabras de Wiazemsky. Una carta, sólo eso, y empieza una nueva vida.

Éste es el punto de partida de «Un año ajetreado» (Anagrama), novela en la que Wiazemsky rememora aquel 1966 desde la mirada de una ingenua chica de 19 años, tan llena de miedos e inseguridades, como de fascinación y alegría de vivir. «No hay una explicación racional para explicar qué me llevó a escribir aquella carta. Sólo recuerdo que la escribí por la mañana y por la tarde, no sé cómo, me atreví a enviarla. Supongo que tiene algo que ver con el extraño valor que a veces sale de los tímidos», explica Wiazemsky.

La novela recorre el primer año de vida en común con Godard, un tiempo convulso, justo antes de la revolución del 68. En esos doce meses se casa con el cineasta, protagoniza la película «La Chinoise», conoce a todo el mundo que tiene algo que decir en el París intelectual, de François Truffaut a Françis Jeason, y viaja a festivales donde le presentan a Pasolini «un hombre bajito y muy raro», con el que protagonizará luego «Theorema». «Tenía ganas de escribir algo alegre, un momento rico en emociones y experiencias. Por eso me paro en ese año. No tenía ningunas ganas de hablar de la ruptura y la separación. Ni siquiera sé si Godard ha leído el libro», afirma Wiazemsky.

Encuentro con la familia

Wiazemsky, nieta del premio Nobel François Mauriac, se encontró pronto con la oposición de su familia, que no veía con buenos ojos su relación con el polémico cineasta. Paralelamente, todavía se debatía entre centrarse en sus estudios de filosofía o en su nueva carrera de actriz. Sin embargo, ella estaba omnibulada por el cineasta. «Godard era muy contradictorio y eso le hacía apasionante. Era un gran artista, pero no era el yerno perfecto. Al menos no era tan hipócrita como Truffaut», dice la escritora.

La novela llega a su punto culminante en el rodaje de «La Chinoise». Trabajar con su pareja le hizo sentir intranquila, además de temer las comparaciones con Ana Karina, antigua musa de Godard. «Estaba muy preocupada por lo que pudiera decir el equipo técnico, pero Godard me dijo que ése no era su problema. Tenía mucha paciencia con los actores. Me gusta mucha la película, es alegre, con mucho humor. Es una película sobre la juventud y yo quería volver a ella para este libro», señala Wiazemsky.