Cataluña
Balcells negoció al mismo tiempo con el Gobierno y la Generalitat la venta de su archivo
El Ministerio de Cultura estudia poder depositar una copia digitalizada del legado documental de la agente.
Carmen Balcells no tuvo tiempo de rubricar el documento con el que buena parte de su archivo personal era adquirido por el Ministerio de Cultura. Ayer, a través de un comunicado, el departamento que dirige Íñigo Méndez de Vigo, hacía público que se había acordado con Balcells la compra de este fondo documental. Las negociaciones, según aseguraron fuentes del Ministerio a este diario, se alargaron por espacio de dos años. El secretario de Estado de Cultura, José María Lasalle, fue el encargado de llevar a cabo este diálogo que debería concluir con el pago de 1,5 millones de euros por todo el legado.
Sin embargo, el pasado 28 de agosto Balcells estuvo hablando con el conseller de Cultura Ferran Mascarell sobre la posibilidad de vender su archivo a la Generalitat. Tampoco en este caso se firmó ningún papel que formalizara acuerdo alguno. Desde la conselleria se recordaba ayer que «se respetará» la decisión que tomen ahora los herederos. Según aseguró Mascarell en un comunicado «si el Ministerio ha comprado este fondo, lo respetaremos. En caso contrario, y si es oportuno, lo hablaremos con los herederos».
Desde el Ministerio se apuntó ayer que no se descarta la posibilidad de depositar en el futuro, si se adquiere el legado, una copia digitalizada en Cataluña. Lo que está claro es que todo esto en Alcalá de Henares (Madrid), en la sede del Archivo General de la Administración. Allí hay una primera remesa de documentos de Balcells, comprados por el Estado en 2010 por 3 millones de euros.
Pero, ¿está todo? Por lo que se ha podido saber en esta parte de documentos se encuentran los diarios de la propia Balcells, con sus comentarios sobre las operaciones realizadas por la empresa y sus relaciones profesionales tanto con escritores y editores como con otros personajes vinculados al mundo editorial. También están las bibliotecas personales de Terenci y Ana María Moix, así como la de Jaime Gil de Biedma.
Lo que no aparecen en estos primeros inventarios son los archivos de Paul Bowles y Miguel Ángel Asturias, ni las galeradas de «Cien años de soledad», de García Márquez, adquiridas recientemente por Balcells.
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