Barcelona

Cuando la belleza ralentiza el mundo

El Teatre Grec acoge a la Cloud Gate Dance Theatre de Taiwan y la Fundació Miró al tándem Andrés Corchero y Oguri

Andrés Corchero y Oguri/ Carles Decors
Andrés Corchero y Oguri/ Carles Decorslarazon

Marc Fitz salió de casa a las 8.54 horas de la mañana y tardó seis minutos en detenerse totalmente estupefacto. Estaba entre la calle Mallorca con Viladomat, pero podría estar en la Luna con Venus y no se sentiría más extraño.

Marc Fitz salió de casa a las 8.54 horas de la mañana y tardó seis minutos en detenerse totalmente estupefacto. Estaba entre la calle Mallorca con Viladomat, pero podría estar en la Luna con Venus y no se sentiría más extraño. Después de caminar durante un par de minutos, consultar su móvil y mirar a la calle para buscar un taxi, se dio cuenta que todo parecía moverse a cámara lenta. Había niños que daban saltos y marcaban preciosos semicírculos con las piernas, y mujeres que levantaban los brazos y pedían que parasen de una vez como pintando en el aire una rúbrica de enfado y frustración. Junto a ellas, había dos obreros que levantaban dos enormes vigas y reían ante su torpeza con carcajadas que rebotaban como graves latidos.

Marc no podía creer lo que estaba viendo, y de hecho no lo creía. Estaba convencido que debía formar parte de una broma televisiva o de una de esas tontas flash mobs que salían en las noticias y dejaban constancia que la humanidad había caído en la etapa de mayor ridiculez de su historia. Tanto era así, que vio sentada en la parada de autobús a América Polo, una de las mejores amigas de su novia, y corrió a su lado para que le confirmara que todo era una broma.

El chico empezó a correr, pero pronto notó un peso en los músculos que le impidió avanzar como de costumbre, ralentizando sus movimientos. El pie daba aleteos y permanecía en el aire como si la gravedad se hubiese olvidado de funcionar. Estaba apenas a ocho pasos de América, pero no llegó a su lado hasta minutos después. Ni siquiera podía hablar, pues chilló «¡América!», desesperado, pero llegó junto a ella al mismo tiempo que el grito.

Marc vio cómo la mujer giraba el rostro como si pintase el aire con los ojos. Con sorpresa, descubrió como ella se sonrojaba al verle y el labio temblaba ligeramente al saludarle, con una voz que, con tanta lentitud, sonaba amable y llena de ternura. «Qué...haces...aquí», dijo América y Marc hasta pudo oir cómo se le dilataban las pupilas. La lentitud impide que el amor se esconda, pensó entonces, y sintió que la belleza le embargaba por completo. Nunca hubiese pensado que alguien como América pudiese fijarse en él, pero... pero era la mejor amiga de su novia.

En ese momento llegó el autobús de la chica y Marc pudo ver cómo se levantaba con recelo. Podía verlo en la mano, que se quedaba atrás, mientras dejaba que los brazos bailasen en busca de lo prohibido. Parecía que esperaba que él le pidiese que se quedase, que agarrase su mano e interrumpiese un movimiento todavía más lento y por tanto más apasionado. La lentitud descubre el amor, pero Marc se quedó aterido, incapaz de dejarse llevar. Aquella noche, lloró de impotencia, sintiendo cómo las lágrimas marcaban un surco que parecía no acabarse nunca.

La belleza de la lentitud será la estrella de los nuevos montajes de danza del Festival Grec. La Cloud Gate Dance Theatre de Taiwan regresa a Barcelona y lo hace con «Pine Smoke», coreografía inspirada en la caligrafía china. El Teatre Grec acoge hoy y el jueves un espectacular montaje en el que 20 bailarines mezclan artes marciales, danza contemporánea, ballet clásico y la tradición Chi Kung para fascinar e hipnotizar a aquellos que lo puedan ver. «Nuestro movimiento es lo opuesto al ballet clásico, que tiende a la elevación vertical. Nosotros nos movemos hacia abajo, hacia las raíces. Ni siquiera utilizamos líneas rectas marcadas, sino que funcionamos con movimientos circulares, dejando mucho espacio para el centro vacío», comenta el coreógrafo Lin Hwai-min, líder y fundador de la compañía.

El título hace referencia al humo que desprende la quema de los pinos, que atrapado y en tratamiento permite crear la mejor tinta del mundo. «La idea de la caligrafía es una metáfora poderosa. Es un trabajo abstracto, muy lírico. No hay historia, no hay personajes, sino una voluntad de belleza pura. Lo primero que le pedimos a los bailarines es que se relajen y es lo más complicado. La mayoría vienen de la tradición occidental, donde todo el mundo parece siempre muy tenso, y cuesta relajarse. Nuestro movimiento se basa en dejar que todo fluya de manera natural, con movimientos muy lentos», comenta Lin Hwai-min.

La banda sonora es de John Cage, pero que nadie espere un minimalismo discordante, sino que la compañía ha rescatado una pieza que descubre el lado zen y orientalista del afamado compositor. «Es un trabajo muy hermoso, muy asiático, lírico, aereo, que nos abre el espacio para poder movernos con completa libertad», afirma el coreógrafo, que mañana realizará un taller en la Fundació Miró a todo aquel que quiera conocer su asombrosa técnica.

Reencuentro amistoso

Precisamente la Fundació Miró acogerá del 12 al 15 de julio el espectáculo «My neighbor Sky. Lluna, sol i una estrella», el reencuentro de Andrés Corchero con el bailarín y coreógrafo japonés Oguri. El Pati nord del museo, donde descansa una escultura de Miró sobre una pequeña piscina, se cubrirá al atardecer de danza de inspiración butoh, en una de las postales imprescindibles de este Grec. Aunque la pieza nació hace dos años en la Mies van der Rohe, ahora regresa totalmente renovado, con el añadido de la música en directo del guitarrista Nuno Rebelo. «No es una reposición, es una creación nueva en que indagamos más en nuestros procesos creativos», dijo ayer Corchero.