Cataluña

Cuando Picasso fue romántico

El Mnac analiza en una gran exposición la admiración que sintió el pintor malagueño por el arte medieval a lo largo de su vida.

Uno de los visitantes en atenta admiración de los cuadros de Picasso.
Uno de los visitantes en atenta admiración de los cuadros de Picasso.larazon

El Mnac analiza en una gran exposición la admiración que sintió el pintor malagueño por el arte medieval a lo largo de su vida.

La figura de Picasso está íntimamente ligada con Barcelona por ser escenario de sus años de formación. Pero la última visita a la ciudad, a la que nunca más volvió, fue en 1934 para poder contemplar y poder demostrar su admiración por las pinturas románicas que se guardaban en el Palau Nacional, lo que hoy es el Museo Nacional de Arte de Cataluña (Mnac). Ese mismo centro, tantas décadas después, es el escenario de una gran exposición que trata de mostrar la fascinación picassiana hacia el románico. Para ello se ha creado un diálogo entre la rica colección de arte medieval que guarda el Mnac y numerosos originales del genio malagueño que se guardan en el museo parisino que lleva su nombre. A ello se le suman varios documentos, algunos de ellos inéditos, que se conservan en el Musée Picasso de París, entre ellos algunas de las postales que el artista guardaba de piezas románicas.

La muestra huye de la búsqueda de una influencia sino que invita al espectador a establecer un diálogo en el que aparecen temas y elementos en común gracias al cuidado diseño en la distribución de las piezas picassianas en las actuales salas románicas del Mnac. En todo caso, como se demuestra en la muestra, Picasso encontró en el románico uno de los ingredientes más importantes para poder construir su discurso plástico, el mismo que lo acabó convirtiendo en el artista clave del siglo pasado.

Gósol, un pueblo del Pirineo leridano, fue el punto de arranque de este interés por parte de Picasso. Es el momento en el que vive de Fernande Olivier, su amante y modelo que lo acompañara a esa excursión, retratándola hasta la saciedad, incluso con formas de santidad. Era la primavera de 1906 y lo que lo cambió todo fue la contemplación de una talla de la Virgen con el Niño, hoy en la colección del Mnac, y en aquel momento en la iglesia de la citada localidad. Tras esa visita el cubismo empezó a tomar fuerza, con un Picasso interesado en experimentar como se visualiza en algunos de los trabajos presentes en la exposición.

Otro momento importante tuvo lugar en 1934 en lo que sería su despedida definitiva de España. En esta ocasión, como recogen los documentos de la época, la Prensa incluso publicó algunos reportajes sobre los pasos de Picasso por Barcelona. Entre ellos destaca los dados, en compañía de su buen amigo Joan Vidal Ventosa y el entonces director del museo, Joaquim Folch i Torres, para conocer de primera mano una sala en la que se exponían algunos de sus trabajos de juventud, adquiridos al coleccionista Lluís Plandiura.

Pero el pintor también quería enfrentarse cara a cara con el maestro de Taüll. Las crónicas de aquel tiempo reflejan que Picasso quedó conmovido con lo que vio, hasta el punto de asegurar que aquella institución era única en el mundo para conocer el arte occidental. «[Picasso] convenía sin vacilar que nuestro Museo románico será una cosa única en el mundo, documento imprescindible para quienes quieran conocer los orígenes del arte occidental, lección inapreciable para los modernos», pudo leerse esos días en el diario «La Publicidad».

La exposición también analiza las afinidades electivas entre románico y Picasso, por ejemplo en la elección de un tema como el de la crucifixión, evidentemente frecuente en el arte religioso, pero también en el autor de «Les demoiselles d’Avignon». En el Mnac se visualiza lo que hay en común entre una serie de crucifixiones picassianas realizadas en 1932 y un grupo escultórico románico sobre el descendimiento de la cruz.

La muerte, no solo la de Jesucristo, está presente en el románico y en Picasso a través de la calavera. Su lectura simbólica la tenemos en los dramáticos rostros de su pareja Dora Maar pintados bajo el influjo del drama de la Segunda Guerra Mundial, además de composicions como «cráneo de carnero» o «Vanitas», entre otras.