Nueva York

Dalí, pintor de los Kennedy

Salvador Dalí le dedicó al presidente asesinado una escultura en bronce
Salvador Dalí le dedicó al presidente asesinado una escultura en broncelarazon

En 1962, la presidencia de John F. Kennedy se encontraba en su momento álgido. El joven presidente había dejado atrás sus iniciales fracasos, como el fiasco de bahía de Cochinos, tratando de abrirse sobre todo hacia políticas sociales, como la puesta en marcha del Cuerpo de Paz o el apoyo a la lucha por los derechos civiles. Por eso, en aquel tiempo, no faltaron las muestras de simpatía hacia aquella Casa Blanca que hoy todavía se recuerda bajo la etiqueta legendaria de Camelot. Uno de ellos tuvo lugar durante un crucero y contó con un colaborador muy especial, un pintor que demostraría públicamente su apoyo a esa causa, aunque lo persiguiera siempre la etiqueta de franquista.

El próximo jueves, La Suite Subastas, en Barcelona, pone a la venta un dibujo original realizado por Salvador Dalí en 1962. La obra daliniana fue una de las que servían para ilustrar el menú de un crucero llamado «La Nuit de France», una velada benéfica para ayudar a servicios sociales, especialmente dedicados a niños, así como a L'Entraide Française, la ayuda mutua francesa. El acto contaba estaba presidido por Jacqueline Kennedy, la entonces Primera Dama, además de personalidades como la esposa de Hervé Alphand, embajador de Francia en Estados Unidos. El original sale ahora a subasta con un precio de salida de 2.500 euros.

El dibujo sirve adentrarse en el apoyo, unas veces en silencio y otras públicamente, que el pintor brindó a la familia Kennedy a lo largo de los años, algo parecido al que también ofreció a otros políticos como Josep Tarradellas. Mientras unos acusaban a Dalí de entregarse de manera entusiasta a los brazos del franquismo, el artista fue creándose una imagen muy diferente en el exterior hasta el punto de ilustrar los poemas de Mao Zedong o algún libro para el régimen de Ceaucescu.

John F. Kennedy se convirtió en tema de dos obras importantes del artista, además de una pintura inacabada. Una de ellas es un retrato para una serie formada por los retratos de otras nombres célebres de la historia de Estados Unidos. Dalí lo realizó en 1968, cuando las heridas del magnicidio de Dallas aún no estaban cicatrizadas, el mismo año en el que fue asesinado Robert Kennedy, hermano del presidente. Poco antes, Dalí y Bobby se habían conocido durante una exposición del pintor en la que incluso hizo de guía para el senador. El surrealista comparaba la tragedia de los dos hermanos, como le dijo a su biógrafo Luis Romero, con la que habían vivido amigos suyos como Federico García Lorca y René Crevel, ambos muertos prematuramente y de forma trágica.

Existe otro tributo: es un busto realizado en 1965 que recupera la pasión daliniana por la tercera dimensión. Dalí se apoyó en una obra de bronce a la que añadió una serie de clics con los que quería reforzar la idea de trabajo burocrático en el que había estado inmerso JFK en los mil días en los que lideró el mundo libre.

Por el camino quedó por concluir un retrato al óleo, a la manera del que dedicó a Lincoln y titulado «Lincolnvision». Mucho después, el que fuera secretario personal del pintor, Enrique Sabater, le pidió a otro autor ampurdanés, Enric Ansesa que concluyera la obra, como así fue, siendo expuesta en numerosas ocasiones por todo el mundo.

Precisamente Sabater fue testigo de los encuentros de Dalí con Jacqueline Kennedy en Nueva York. El número personal de la viuda del presidente estaba en las agendas personales de Dalí en esos años y el pintor acudió a numerosas cenas organizadas por ella.

Existe un epílogo curioso a esta relación. En 1980, Edward Kennedy trató de arrebatar a Jimmy Carter la nominación del Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos. El menor del clan buscó apoyos económicos por todas partes, incluso en un viejo conocido de la familia como era Salvador Dalí. La carta, hoy en manos privadas, demuestrá que el pintor lo ayudó.