Economía
De año en año
En la vida de todos llega un momento en el que cada cumpleaños y cada año nuevo, uno tiene la sensación de una especie de cuenta atrás hacia un futuro incierto.
Que conste que con todo esto no me refiero a la condición de sacrificado autónomo, es decir, después de pagar impuestos toda la vida sin derecho a pensión, si no que me refiero a la propia condición de ser humano en su plenitud.
Y en eso vale la pena ser tan plenamente consciente como positivo.
Es absurdo revelarse contra el incuestionable hecho de convertirse en transparente. Es decir incoloro inodoro e insípido para el sexo opuesto, a uno siempre le quedará el consuelo del apasionamiento que provocan los goles del domingo.
Si se asume lo ridículo que supone comprarse un descapotable de segunda mano, convertirse en un vigoréxico de gimnasio y vestirse de rollo ibicenco, uno puede constatar con dignidad que a poco bien que se mantenga el traje le sigue cayendo impecablemente bien y esa ropa con un toque informal sigue teniendo su qué.
¿Que por qué me da por reflexionar sobre esto de cara al año nuevo? Pues si les soy sincero yo no lo sé. ¿Qué quieren que les diga? No tengo excesivos motivos para quejarme de este 2018 que se acaba, ni demasiadas esperanzas en el nuevo 2019, me temo que la tabarra independentista seguirá y que el próximo año nuevo también podremos decir a coro eso de que «la República no existe, idiota».
En fin, que para mis amigos y familiares los mejores deseos de dicha y felicidad en el año nuevo y a aquellos que son mis enemigos que Dios me los conserve porque como ya he dicho en más de una ocasión les agradezco que no me olviden jamás.
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