Literatura
Detectives y victorianos
BCNegra homenajea a Sherlock Holmes y a sus antecesores con una muestra y un coloquio
BCNegra homenajea a Sherlock Holmes y a sus antecesores con una muestra y un coloquio
El detective victoriano no canta, no baila, no saca la lengua y grita «¡albornoz!» a los coches de caballos, pero en su templanza, inteligencia y genio sigue siendo uno de los personajes más divertidos de la historia de la literatura. Los hay de dos tipos, inductivos y excéntricos como Sherlock Holmes o deductivos y carismáticos como Auguste Dupin. El primer grupo utiliza las pistas recogidas para llegar a una conclusión y atrapar al malvado. El segundo reúne toda una serie de pistas que demuestran su primera intuición. En los dos casos, su inteligencia es su única arma y se establece una especie de batalla psicológica con el criminal, un duelo vibrante que hace del detective victoriano el original y el mejor de la literatura popular.
El BCNegra homenajea a estos geniales personajes con una exposición dedicada a Sherlock Holmes en la Biblioteca Pública Arús, con objetos relacionados con la creación de Arthur Conan Doyle propiedad del presidente del Círculo Holmes, Joan Proubasta. Además, ayer la biblioteca acogió una mesa redonda donde se recuperó la figura de todos esos detectives victorianos que dieron pie o se inspirarón en el genial Sherlock Holmes.
Modernos 150 años después
El primero de todos fue Auguste Dupin, que surgió de «Los crímenes de la calle Morgue» de Edgar Allan Poe en 1841. Fue el primero en introducir los crímenes imposibles, en habitaciones cerradas, un subgénero en sí mismo que llegaría a su culme con «El gran misterio de Bow», de Israel Zangwill, que introdujo al retirado pero brillante inspector Grodman, personaje lleno de humor que donde todo el mundo veía problemas, él sólo veía soluciones.
La primera gran novela vistoriana con detective fue «Casa Desolada», de Charles Dickens, publicada en 1851. El autor de «Oliver Twist» siempre estuvo interesado en los sucesos sórdidos y acompañó a muchos detectives reales para sus trabajos periodísticos. Su inspector Bucket, sobrio, práctico, sin nada destacable salvo su capacidad de análisis roba el interés de la acción de la novela cada vez que aparece y hace que la protagonista, Esther Summerson, sea tan interesante como una fregona.
El siguiente gran detective victoriano lo encontramos en un buen amigo de Dickens, Wilkie Collins. En la genial «La piedra lunar» inventa al sargento Cuff, otro de esos hombres pragmáticos, obsesionados con el método de investigación, serios, escrupulosos y que tiene una gran ley vital, los hombres mienten, los hechos no. Es una de las novelas que certifican que el hombre es un animal superior, porque los monos no saben leer. Otro nombre reseñable sería G., la protagonista de «La detective femenina», novela de 1861 de Andrew Forrester que introdujo por primera vez a una mujer investigadora.
Y llegamos al más grande, al genuino, al icono mundial que ahora invade el cine y la televisión, Sherlock Holmes. Su primera aparición fue en «Estudio de escarlata», en 1887 y su relevancia fue tan grande que Arthur Conan Doyle tuvo que resucitarlo por aclamación popular. «Es mi detective favorito. Nunca pasa de moda ese misántropo, violinista y morfinómano de Baker Street», señala el escritor y policía Marc Pastor.
A partir de aquí hay otros grandes investigadores como John Silence, médico psíquico e investigador de lo oculto de Algernon Blackwood, que introdujo en 1908 lo sobrenatural y fantástico al mundo victoriano. Otro «raro» es «El príncipe zaleski», de M. P. Shield, el único investigador que no necesita salir de su habitación para descubrir al culpable.
En la era moderna han sido muchos los que han vuelto sus ojos a la época del detective victoriano, como Peter Lovesey y su serie de novelas con el sargento Cribb, un rudo oficial de Scotland Yard tan resolutivo como fanático. Otra auténtica joya.
Cuándo: Hasta el 28 de febrero.
Dónde: Biblioteca Pública Arús. Pg. de Sant Joan, 26.
Cuánto: Entrada gratuita.
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