Exposición

El arte del amor

La Fundació Tàpies indaga en la relación entre el artista y su mujer, Teresa Barba, tras más de 50 años de intensa relación

Una obra de arte de 50 años, una mujer contempla dos de los retratos que realizó Tàipes a Teresa Barba desde 1946
Una obra de arte de 50 años, una mujer contempla dos de los retratos que realizó Tàipes a Teresa Barba desde 1946larazon

La Fundació Tàpies indaga en la relación entre el artista y su mujer, Teresa Barba, tras más de 50 años de intensa relación.

Cuando Tàpies miraba sus creaciones, con el pincel en la mano, y sentía insatisfecho un extraño vértigo, una nausea grotesca que le hacía sudar, incluso tiritar, por no encontrar en aquella imagen lo que buscaba, siempre era Teresa Barba, su mujer, quien venía a su rescate y le decía cosas como, «vamos a hacer all i oli». Ella lo explicaba con sencillez. Su marido siempre buscaba en las alturas lo imposible y a veces era necesario rescatarlo de allí arriba y volverlo a tierra. Su dedicación mutua fue tan grande que cuando ella se rompió un brazo, se negó a quedarse en el hospital para poder cuidar en casa a su marido.

Desde que iniciaran su relación en 1946, fueron una de esas parejas que parecían nacer del mismo molde. No sólo se entendían a la perfección, sino que tenían, como las grandes parejas, un lenguaje propio que les permitía aislarse de todo lo demás y sentir ese hogar, ese confort cuando estaban juntos, un lugar donde poder aspirar a viajar al infinito sin perderse. Por eso, la opinión de Teresa era ley para Tàpies. Siempre buscaba su aprobación, siempre quería saber qué opinaba de sus trabajos, y cuando no se mostraba entusiasta, sabía que algo fallaba al instante. Porque ella no buscaba reconfortar a su marido, sino ser sincera, a veces cruelmente sincera, un lujo del que muchos otros artistas nunca disfrutaron. «Cuando veía que se elevaba demasiado, lo hacía bajar al ámbito terrenal», insistía siempre Teresa.

La pareja se casó en 1954 y tuvieron tres hijos. El único momento en que se separaron fue durante los años 1950 y 1951, cuando el artista viajó a París gracias a ganar una beca del Instituto Francés. Allí iniciaron una correspondencia en la que jugaba en la doble acepción de carta. Por un lado, la privada y confesional, y por otro la de juego de naipes y de trucos de magia. Además de pintarle diferentes obras, también hablaba con sinceridad de su relación. Eran todavía muy jóvenes, enamorados,hablando de casarse, haciendo de su vida privada una exaltación, desde apuntes sexuales a anécdotas domésticas.

Estas cartas las recuperó Tàpies a principios de los 70 para crear una colección de litografías, «litocollages» y «collages» bajo el nombre «Cartas para Teresa» (1971). Y estas obras originales son la base de la exposición «T de Teresa», muestra en la que la Fundació Tàpies explora la relación de los dos amantes y la influencia de Teresa en la obra del artista. Por ejemplo, además de las cartas, se incluye la «Serie Teresa», obras realizadas en 1966, además de seis retratos de la mujer de Tàpies, la más antigua remontándose a 1946, cuando los dos tenían poco más de 20 años. Comisariada por Núria Homs, que también está trabajando en la gran exposición que relaciona Tàpies con la política, la muestra te sumerge en el corazón de una relación que ha cogido la altura de mito.

Performance auditivas

Paralelamente, la Fundació Tàpies acoge la exposición «Allora & Calzadilla», una serie de performance auditivas que estarán presentes en la institución del 6 de febrero hasta el 20 de mayo. Las obras, de los artistas puertorriqueños Jennifer Allora y Guillermo Calzadilla, ocupan diferentes espacios para explorar el espacio y la «dimensión musical» de las diferentes salas. De este modo, se puede ver «Stop, repair, prepare: variations on ‘Ode to Joy’ for a prepared piano» (2008), en el que un pianista se mete dentro de un piano Bechstein y toca con el teclado al revés el célebre cuarto movimiento de la «Novena Sinfonía», tan estigmatizada por el significado que se le ha querido poner que hasta puede sonar hueco y sin sentido.

Además, se incluyen piezas como «Wake up» (2007) o «Hope Hippo» (2005) un gran hipopótamo de barro con gente sentada encima que puede ser percibido gracias a las alertas de un silbato. Aunque la pieza más conmovedora es la que junta a una piedra de hace 4.000 millones años y tres cantantes del Cor de Cambra.