Inmigración
El Govern rediseñará el modelo de atención a menores para 2019
Probará un nuevo sistema de acogida a jóvenes inmigrantes con una quincena de familias
Probará un nuevo sistema de acogida a jóvenes inmigrantes con una quincena de familias.
Cuando Mamadou Korka Diallo recuerda el trayecto que hizo desde su casa, en Guinea Konakry, a Barcelona cuenta que «tenía mucho miedo al agua» y «por eso pedí a mi padre que pagara un poco más de dinero para tener un viaje más seguro en patera». Se lo explica a Isabel Fernández, la directora del documental «Corredors de fons», que retrata qué les pasa a tres jóvenes extranjeros que llegaron a Barcelona cuando eran menores al cumplir los 18 años. Mamadou dice que está aquí para ayudar a su familia y estudiar. También cuenta que «antes de venir pensaba que sólo tendría que buscar una bolsa y meter el dinero dentro» y que pronto descubrió que «esto no va así». Pese a pasarlas canutas, el 70% de los jóvenes extranjeros que llegaron a Cataluña cuando eran menores animan a sus amigos a emigrar, según un informe reciente que la Federación de Entidades con Proyectos y Pisos Asistidos (FEPA), que acompaña a estos jóvenes en el camino hacia la emancipación.
Cuando Mamadou dejó Guinea Konakry con 16 años, entre 2010 y 2015, el número de menores que llegaba a Cataluña sin referentes familiares oscilaba entre los 300 y 400. En 2016, hubo un repunte, llegaron 700; en 2017, lo hicieron 1.700, y este año, se prevé que lo hagan más de 3.000.
Los números los dio ayer el conseller de Treball, Afers Socials i Famílies, Chackir el Homrani, en una comparecencia, a petición propia, para explicar qué está haciendo la Dirección General de Atención a la Infancia y Adolescencia (DGAIA) ante la llegada masiva de menores no acompañados. Más que un alud de inmigrantes, Homrani señala que su perfil ha cambiado y el porcentaje de menores que viajan solos se ha disparado del 10% al 30%. Sólo en julio y agosto llegaron casi mil chavales a Cataluña. Y actualmente, siguen llegando entre 20 y 30 jóvenes cada día. Homrani admitió que el sistema de protección a la infancia no estaba preparado para recibir a este número de menores con perfiles dispares y complejos. El 80 % son marroquís, entre 15 y 17 años, que viene a ayudar a sus familias y a afianzar un proyecto de vida. «Hay que aprovechar sus ganas de emprender», apuntó Homrani. Pero antes hay otra prioridad: «Que nadie duerma en la calle». Además de abrir cinco centros, la Generalitat ha citado a las 68 familias que se postularon como mentores de personas refugiadas para proponerles la posibilidad de acoger. Para empezar, probará con 15 familias.
Son dos parches, porque lo que hay que hacer es redefinir el modelo de protección a la infancia y a la adolescencia para responder con eficacia a las crisis migratorias. «Necesitamos planificación y poder prever mejor los flujos y llegadas para poder trabajar de forma más coordinada con las entidades y los profesionales», planteó al Gobierno. Porque si no seguirán habiendo niños que tendrán que pasar la noche en la comisaría de los Mossos d'Esquadra, admitió, dando razón a la oposición. Homrani constató que la noche del martes una sesentena de muchachos durmieron en colchones y bancos de comisarías de los Mossos d' Esquadra, unos 50 en Barcelona. Reconoció que los servicios de la DGAIA quedaron colapsados este verano, pese a destinarse 68 millones de euros adicionales, y que no han tenido la capacidad ni la agilidad para crear plazas al mismo ritmo que la necesidad.
Su idea es reunirse con los actores implicados para arrancar 2019 con un nuevo modelo de asistencia. Apuesta por centros pequeños de entre 20 y 40 plazas para ofrecer atención y un proyecto personalizado, la idea es que cuando cumplan los 18 no se queden literalmente en la calle, –sin un contrato de un año, pierden el permiso de trabajo–.
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