Cine

Cine

El hombre que conquistó a Bukowski a golpes

La Filmoteca acoge una retrospectiva del cineasta Barbet Shroeder

«Barfly», película inspirada en Bukowski con Mickey Rourke y Faye Danaway.
«Barfly», película inspirada en Bukowski con Mickey Rourke y Faye Danaway.larazon

La Filmoteca acoge una retrospectiva del cineasta Barbet Shroeder.

Al escritor, poeta y borracho ilustre Charles Bukowski le gustaba tanto el vino como odiaba el cine. En realidad, no odiaba el cine, sino el artificio, la ostentación, los fuegos artificiales y los finales felices, o sea todo lo que representaba Hollywood. Desde que sus textos habían salido del ostracismo, muchos productores rapaces, actores pretenciosos y directores de pico de buitre le habían pedido los derechos para poder filmar alguna de sus historias. Él se había limitado a eruptar y mandarlos al diablo.

Una noche recibió una llamada y al otro lado del teléfono apareció una voz nerviosa, llena de ímpetu, que con acento francés y tono rasgado, de perder sueño y beber mucho café, le pedía lo mismo que tantos otros le habían ofrecido antes, adaptar su vida al cine. El nombre de aquella voz de duende seductor era el cineasta Barbet Shroeder, que en unas semanas había leído toda la obra del autor, de «Factotum» o «La senda del perdedor», y no iba a aceptar un no por respuesta.

Pero el no de Bukowski fue tan rápido que resonó agresivo y lleno de desprecio. Sin embargo, Shroeder no era como esos otros productores, había leído toda la obra de Bukoskwi, lo conocía bien, y sabía qué decir para seducirle. «Sí, le aseguré que entendía los motivos de su rechazo, que su obra representaba los estragos de la realidad, la verdadera naturaleza del hombre, y no quería ver eso manchado por el falso orden y el aséptico buenismo de Hollywood. Intenté convencerle que había formas en el cine de representar esa realidad que él representaba y profundizar en las grietas de la naturaleza humana», asegura el cineasta.

El escritor, abrumado por los rápidos argumentos de aquel hombre, y con ganas de largarse de casa a comprar más vino, le dijo que estaría dispuesto a escuchar todo lo que tenía que decir si aquella noche quedaban en su casa de Los Ángeles. Schroeder no dudó y se presentó en esa casa de una poética sucediedad y el agrio olor a machas de cerveza en la moqueta. Empezaron a hablar, a discutir de los más aleatorios temas, y a beber, beber mucho, hacerse amigos. Al final, a las cinco de la mañana, Bokoswki se levantó amenazante y con su voz gutural y salvaje, acer´candose a él, le dijo que si salían de aquella casa y le vencía en una pelea, le cedería los derechos de lo que le diese la gana. «Cuando vi aquel monstruo enorme encima mío, al principio me intimidó un poco, pero acepté el desafío y desde aquel día nos hicimos muy buenos amigos», afirma Schroeder.

De esta forma empezó la aventura de rodar «Barfly», uno de esos proyectos malditos que sólo un milagro consigue levantar. En este caso, el milagro fue una estafa. «Después de siete años de trabajo, la productora que iba a financiar la película quebró y nos quedamos con el culo al aire. Sólo necesitábamos un presupuesto de 1,7 millones de euros, así que decidí enviar todo el plan de producción a 53 hombres de cine que creía podrían ayudarnos. Los 53 nos dijeron que no. Todos nos decían que quién quería ver la triste historia de un borracho. Algunos nos decían que si convertíamos al poeta protagonista en cantante o terminábamos la película con un mensaje positivo sobre alcóholicos anónimos aún, pero sino era imposible», añade Schroeder.

Al final, el cineasta recibió una llamada de un productor que le preguntó sobre los números del proyecto. Shroeder insistía que todo estaba muy claro, hasta que este hombre le contó que uno de esos 53 productores que le habían dicho que no, le había ofrecido el proyecto por siete millones de euros. «La única razón para decirnos que sí era para quedarse con esos seis millones de euros. Así es Hollywood», explica Schroeder.

13 películas fundamentales

La Filmoteca inica esta noche una retrospectiva dedicada a un cineasta que es una enciclopedia abierta del cine de los últimos 50 años. Desde su fallido intento de ser ayudante de dirección de Fritz Lang a sus colaboraciones con mitos como Eric Rohmer, Godard, Jacques Rivette, etc. o sus documentales sobre dictadores y personajes en la ala más oscura del mal, este cineasta francés de 77 años ha ayudado a dar un aire más universal al cine europeo. Bajo el título «Barbet Schroeder, mostrar sin juzgar», el ciclo incluye trece películas como «El misterio von Bulow», «La virgen de los sicarios», «Mujer blanca soletera busca», «More» o su última maravilla, «El venerable W». «No me gusta que me digan que hagó películas de personajes inquietantes, porque eso siempre te encasilla y yo necesito libertad, intentar hacer algo nuevo cada vez», asegura.

Su próximo proyecto será una adaptación de la novela «El arte de perder», de Alice Zeniter, la historia de los estragos que supuso la guerra de Argelia y la emigración a Francia que surgió de ella. «Soy algo supersticioso y no me gusta hablar de lo que no está cerrado, pero será una película muy importante», asegura el director de cine, que ayer inauguró la retrospectiva con un diálogo con el director de la Filmoteca, Esteve Riambau.