Literatura

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El libro de la elegancia

WunderKammer recupera el título clásico de Clare Jerrold «Los bellos y los dandis»

El libro de la elegancia
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WunderKammer recupera el título clásico de Clare Jerrold «Los bellos y los dandis»

En 1910 aparecía en Inglaterra un título curioso. Se trataba de una obra escrita por Clare Jerrold, una autora que hoy parece prácticamente olvidada y que en su momento sorprendió firmando una de las primeras biografías sobre la reina Victoria. Pero en esa fecha Jerrold proponía algo inédito en las letras inglesas: una crónica de los dandis.

Ese trabajo se titulaba «Los bellos y los días» y acaba de ser recuperado por WunderKammer, ese sello especializado en dar nueva vida a títulos que merecen ser entregados a los lectores curiosos actuales. La edición cuenta con un iluminador prólogo de Luis Antonio de Villena.

Jerrold nos propone una aproximación a lo bello, a la elegancia. «Todos tenemos alguna deuda con nuestros sastres, y muchos de nosotros más de una, en muchos sentidos. ¿Cómo recompensará la sociedad a su sastre?», se dice al inicio del libro recordando una pregunta de 1845 en «Punch».

Es éste un libro marcadamente británico en la selección de los personajes a tratar, con la excepción de la presencia del francés conde d'Orsay, aunque lo hecho de que estuviera casado con una inglesa. Jerrold nos propone una aproximación a lo «beau», es decir, la palabra francesa que los ingleses adoptan como propia para hablar de lo bello, de lo hermoso. En el siglo XVIII era la manera, como cuenta Villena, con la que se hacía mención «a todo hombre que resaltase como distinguido, ingenioso, algo irreverente (dentro de la alta sociedad) y muy cuidadoso de su atuendo y su puesta en público, es decir, de cómo lo verían y criticarían los otros».

En las páginas de este ensayo, escrito con no pocas dosis de humor, nos encontramos a algunas de las grandes personalidades de ese tiempo. Además del citado D'Orsay, nos topamos con Beau Brummell y Beau Nash.

Pero los bellos y los dandis no lo tenían fácil en la época victoriana, especialmente en la república de las letras. La autora nos recuerda que, por ejemplo, Nash fue considerado por otros escritores como «un cualquiera» o «un tonto insolente». Por ejemplo, Grace y Philip Wharton le dedicaron un listado de insultos ciertamente curioso: pisaverde, tonto, grandullón, bello sin gracia, despreciable vanidoso, impúdico e «ínclito».

Pero no siempre fue así. Brummell, por su parte, contó con un aliado de primer nivel: Lord Byron. el poeta romántico por excelencia decía que en la primera parte del siglo XIX, Europa tuvo tres grandes hombres. El tercero era el propio Byron, mientras que el segundo puesto era Napoleón Bonaparte. El primer lugar de la lista era George Bryan Brummell, también conocido como el «rey de los bellos» y «Le Roi de Calais».

La autora inglesa nos recuerda en «Los bellos y los dandis» que George Brummell era «un bello tan a la perfección, que no se le puede calificar con el mismo nombre que el de los que se le acercaban pero igualaban. No era un pisaverde, ya que un pisaverde es un tonto, y Brummell no era tonto. No era un petimetre, ya que un petrimetre lo que más desea en el mundo es que le presten atención y vestirá cualquier cosa llamativa con tal de no ser ignorado, y Brummell consideraba del peor gusto ir vestido solo para atraer la atención del público».

«Los bellos y los dandis»

Claire Jerrold, WunderKammer

416 págs.,

23,50 eur.