Cataluña

«El nacionalismo catalán crea un ambiente similar al leninismo»

«No habrá referéndum y sí elecciones autonómicas que ganará ERC»

Miquel Porta Perales
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El ensayista Miquel Porta Perales presenta su última obra «Totalismo» en la que critica todos los «ismos».

El ensayista Miquel Porta Perales (Badalona, 1948) lleva a cabo una crítica a todos los «ismos» que se han puesto en boga en la sociedad actual en su nuevo obra «Totalismo». En torno a este concepto busca desmontar el nacionalismo catalán, el ecologismo, el feminismo o el pacifismo.

–¿Qué es el «totalismo»?

–El primero en usar el término fue el psiquiatra estadounidense Robert Jay Lifton tras unas entrevistas a los presos liberados de la Guerra de Corea y súbditos huidos de la República Popular China que habían sido sometidos a un adoctrinamiento y lo etiquetó como «reforma del pensamiento». De forma sintética, es una reforma del pensamiento, adoctrinamiento, colonización y encuadramiento de la mente. Quiere condicionar la acción del individuo para obtener determinados comportamientos que obedecen a unos intereses.

–¿Por ejemplo?

–Creando y modulando un ambiente en torno a una causa, a través de discursos, libros, propaganda o publicidad. En Cataluña, por ejemplo, se ha creado una neolengua que pretende ganar adeptos al proceso independentista con términos como el «mandato democrático» –que solo es para administrar una Comunidad Autónoma, no para crear un Estado-, del «derecho a decidir» –que no existe en la legislación internacional– o «expolio fiscal». Esto sería «totalismo», y además, vivimos en la época de la pandemia de la credulidad, donde la gente se lo cree todo. Lo mismo ocurre con los libros de coaching o de autoayuda.

–Así, ¿populismo y totalismo son parecidos?

–En la mayoría de los casos, sí. Cuando el totalismo no es populismo, es la antesala del populismo y cuando no, lo es del totalitarismo. El populismo y el totalismo coinciden porque ambos usan y abusan del lenguaje, intentan condicionar la acción del individuo con un «supermundo» que no existe. Más que describir la realidad, la prescriben. Tienen la costumbre de tener al adversario como enemigo y tienen vocación caudillista.

–Describe en el libro un «populismo juvenista» en Podemos.

–Es un populismo flácido, ligero, trivial, que satisface ilusoriamente el deseo y el sueño. Y eso vende. Predica la pureza, el adanismo –yo soy el primero en decir alguna cosa–, y es partidario de la ciencia sagrada: dice tener la clave de todo y lo sabe todo. Es el nosotros frente a ellos, la política como espectáculo, la ambición, la violencia verbal y el afán justiciero.

–Y atribuye a Zapatero un «populismo sonriente».

–Zapatero era un populista, totalista en la versión buenista, es decir, el diálogo como solución para todo y la paz como valor universal. Y eso es imposible. El buenismo es la comprensión como estrategia, son derechos sin fin –hay que poner coto a los derechos– y la tolerancia extrema. Los totalistas predican la tolerancia, y esta acaba siendo el peor enemigo de la tolerancia porque hay cosas que no se pueden tolerar.

–Entonces, ¿no le gusta el buenismo?

–En absoluto. Es la concesión absoluta, el diálogo sin marco. Hay que dialogar, pero dentro de un marco, que son las leyes, son los valores occidentales.

–Por tanto, ¿se ajusta a esto la mano tendida del Gobierno con la Generalitat?

–Sí. Me parece fundamental el diálogo en política, porque es intermediar entre las partes, pero cualquier diálogo en democracia se hace en un marco, que es la legalidad constitucional, y más allá de esto no hay dialogo sino imposición. Pero claro, ¿cómo dialogar con alguien que te dice o referéndum o referéndum, que tiene problemas para ir a la Conferencia de Presidentes, que incumple las resoluciones de los tribunales y que considera mártires a los protagonistas de los incumplimientos? Es imposible.

–Deduzco que la «espiral del silencio» de la que habla en el libro apunta a la situación política de Cataluña.

–Sí, apunto a Cataluña. Hay una espiral del silencio, porque se teme el aislamiento por no compartir la opinión de los demás. Es que es cierto, porque en según qué ambientes te trae problemas decir que eres constitucionalista o colgar una bandera española de un balcón. Hay mucha gente que prefiere callar, porque puede tener consecuencias negativas en sus relaciones sociales, con las amistades e incluso en el trabajo.

–Dice que incluso hay algo de soviético en el nacionalismo catalán.

–Es que el nacionalismo catalán crea un ambiente y manipula, algo similar al leninismo. Practica el Agitrop soviético, una estrategia de agitación y propaganda como en los grandes totalitarismos. Es un ambiente que empapa y es muy difícil protegerse.

–Es decir, ¿ha ganado el nacionalismo catalán la batalla del lenguaje?

–Está ganando la batalla del lenguaje: ha calado mucho en la gente el «derecho a decidir», el «expolio fiscal», «esto va de democracia», «derecho de autodeterminación».

–¿Cómo se le da la vuelta a esto?

–Creo que hay mucha gente que se declara «procesista», y que lo sea también por la espiral del silencio o por interés. Hay muchos tipos de independentistas: los de toda la vida, el sobrevenido, el oportunista y coyunturales, que pueden saltar del tren cuando el suflé rupturista baje, que ya está bajando.

–¿Por tanto?

–Pues lo principal, un tópico: la pedagogía. Quiere decir informar y desvelar las falacias del nacionalismo, la ficción y inviabilidad de la independencia. Desvelar las consecuencias negativas, el sinsentido y los problemas de convivencia social. Pero el nacionalismo es infatigable y sectario, y el Estado debe reaccionar.

–¿Cómo?

–El estado tiene sus recursos y los debe aplicar. Por ejemplo, con el artículo 155, que no prevé la suspensión pero sí la intervención. Si llega el momento, que espero que no. Y si dicen que es antidemocrático, que se lean la ley de Bonn –Constitución de Alemania– y verán que hay un artículo que es calcado al nuestro, que dice que el gobierno federal puede intervenir los Lands, y nadie va a decir que los alemanes son antidemocráticos, y tiene otro artículo que declara ilegales a los partidos que están en contra de la unidad de Alemania. Imagínese usted que esto estuviera en la constitución española, dirían que esto es autoritarismo. O en Estados Unidos, con sentencias en contra de un referéndum en Texas. La secesión solo la contemplan Somalia y la isla del Pacífico San Cristóbal.

–¿Cómo acabará todo?

–Creo que el proceso desde hace un par de años esta en fase de colapso pero no quiere decir que colapse, y de la fase de colapso a que colapse pueden ir semanas y meses. Creo que no habrá referéndum y que habrá elecciones autonómicas, que ganará ERC. Luego, quizá el independentismo mas inteligente, por ejemplo con Junqueras, se plantee hacer una tregua, un repliegue táctico para ganar músculo, porque le falta apoyo social. Y lo volverán a intentar en 10 años, porque son inasequibles al desaliento.