Política
El PP reformará la financiación tras el 20-D para apuntalar el Bienestar
Mariano Rajoy vendrá mañana a Cataluña. Será su primera y única visita. También han venido una vez María Dolores de Cospedal y Soraya Sáenz de Santamaría, que ayer visitó la fábrica de los vestidos de Pronovias, paseó y se grabó un vídeo en el Paseo de Gràcia y charló con militantes en la Casa del Libro. Barones como Alberto Núñez Feijóo ni siquiera pondrán un pie en Barcelona. Hace cuatro años a Rajoy, en su casa, le apodaban «el catalán» por sus constantes idas y venidas a Cataluña para activar el voto popular, Feijóo no fallaba a la cita al centro cultural gallego de Horta para reforzar el voto de los emigrantes y la cúpula del partido se prodigaba por territorio catalán para convencer a votantes que dudan entre más de una opción. Claro que hace cuatro años, la distancia entre PP y PSC en Cataluña era de 18 puntos y sin recortar escaños con los socialistas, el acceso a la Moncloa se hacía inverosímil. Hoy lo inverosímil es que el PSC saque los 25 diputados de antaño. Las encuestas gubernamentales pronostican un empate a cinco y los cuatro o cinco escaños que los socialistas podrían sacar al PP no preocupan a Génova.
Un día para Rajoy, Cospedal y Sáenz de Santamaría en Cataluña es suficiente. Cospedal estuvo la semana pasada en Tarragona y ayer fue el día de la vicepresidenta del Gobierno que habló, sobre todo, de economía, economía y economía, en versión reforma de la financiación autonómica. ¿Y del problema catalán? Pasó de puntillas como Rajoy y Pedro Sánchez en el cara a cara que moderó Manuel Campo Vidal, donde apenas debatieron sobre el tema siete minutos de dos horas. Como el debate era ayer el tema del día, Sáenz de Santamaría también quiso decir la suya. Barrió hacia casa, acusó a Pedro Sánchez de haber hecho «un ejercicio de macarrismo político» en su cara a cara con Rajoy. No sólo opinó que el socialista perdió el debate, sino que auguró que podría «haber perdido muchas opciones para continuar en política».
Pero Sáenz de Santamaría no viajó a Cataluña sólo para azotar a los contrincantes del PP, que también –«nosotros no somos un proyecto unipersonal», dijo refiriéndose a Ciutadans–, vino a hablar de reformar la financiación autonómica. El PP se propone abordar la reforma fiscal la próxima legislatura «para consolidar el Estado de Bienestar». Además de abrir vías de diálogo, Sáenz de Santamaría entiende que la reforma de la financiación autonómica puede reconducir el conflicto Cataluña-España. En la anterior campaña electoral, el también candidato al Congreso por Barcelona, Jorge Fernández, admitía que era necesaria una nueva financiación para mejorar los ingresos de Cataluña. Pero también decía que primero había que salir de la crisis. «Primum vivere, deinde filosofare», insistía en los mítines.
Entonces, el PP defendía que la solidaridad debía ser «limitada y finalista», y no debía poner en riesgo la economía y el crecimiento de Cataluña. También defendía un gran acuerdo entre las principales formaciones políticas sobre la metodología a utilizar para calcular las balanza fiscales para fijar, en base a ello, el límite de solidaridad de las autonomías.
Hace cuatro años, cuando Artur Mas no se había embarcado en la aventura independentista y buscaba un pacto fiscal, el PP rechazaba imitar el concierto económico vasco, porque el peso de Cataluña en el PIB español –18 por ciento– lo hace «inviable». Pero no veía mal que la aportación solidaria tenga un límite, para que no afecte la calidad de los servicios público ni ponga en riesgo su liderazgo en el ránking de renta por cápita. Sáenz de Santamaría no dio tantos detalles. Se limitó a pedir «sensatez» a los contrincantes, porque «hay programas electorales con unos dibujos más parecidos al paraíso que a la tierra que se puede prometer». E insistió en que sólo el PP puede acabar de sacar de la crisis al país.
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