Conciertos

«El secreto está en las palabras»

El tenor Mark Padmore y el Cor de Cambra cantan en el Palau canciones de Britten y Schubert

El Cor de Cambra del Palau con Simon Halsey
El Cor de Cambra del Palau con Simon Halseylarazon

El tenor Mark Padmore y el Cor de Cambra cantan en el Palau canciones de Britten y Schubert.

Después de dos días de no dormir, los ojos de Tita Pujalte estaban cubiertos por una tinta roja que le hacían parecer una bestia desesperada y salvaje. Lo era. Estaba tan cansada que sus pupilas palpitaban con nervio, incluso daban calor, proyectaban una especie de luz terrorífica, como si transmitiese a los demás sus pesadillas. Si la mirabas fijamente, quedabas hasta petrificado, atrapado por imágenes inenarrables. Y ella lo sabía, hacía dos días que no dormía por ello.

Aquella noche tenía que ir al Palau de la Música a ver al genial tenor inglés Mark Padmore junto al pianista Paul Lewis para escuchar su interpretación de «La bella molinera», de Schubert. Hacía cuatro meses que tenía las entradas, cuatro largos meses que había esperado ese día con ansiedad y maravillosas expectativas, pero no se atrevía a salir de casa con aquellos ojos. Llamó a Norma Carrasco, una vieja amiga, para cancelar su cita y ofrecerle las entradas. Su amiga la escuchó estupefacta y se negó en redondo. «¡Qué quieres, que contagie a todos esta especie de pesadilla infame!», exclamó Tita entre lágrimas, pero tuvo que parar porque empezó a sentir un escozor en el iris.

Al escucharla, su amiga se rió durante casi tres horas. Siempre le hacía gracia el melodrama y convertir una conjuntivitis en algo demoníaco y criminal le parecían el colmo de lo lírico. Su risa desarmó tanto a Tita que no tuvo fuerzas para discutir y decidió acompañarla.

Salieron de casa de noche, pero Tita se negó a marcharse sin sus gafas de sol. Su amiga aplaudió su insólito comportamiento, le encantaba vivir in situ un cuento macabro. Llegaron pronto al Palau. La platea estaba llena de un público homogéneo y expectante. Cuando comenzó el concierto y apareció Padmore, hubo una especie de suspiro inicial colectivo, después de un silencio reverencial. A continuación empezó una belleza calma, de brillante melancolía, de atardecer. Tita se alegró tanto de que su amiga la hubiese convencido de dejarse de tonterías que de pronto sintió tanto amor y agradecimiento que empezaron a llorarle los ojos. Las lágrimas empezaron a escocer sus moteados ojos y el dolor le obligó a sacarse las gafas y morderse los labios para evitar un grito.

Su amiga, preocupada, se tropezó por primera vez con sus ojos esarlatas y el Palau desapareció de su vista, petrificada ante inenarrables imágenes. A partir de aquí se inició un rápido contagio que convirtió a la platea en 1.000 personas petrificadas de ojos de tormenta roja. Y, sin embargo, Padmore parecía indemne, como si la música y las palabras le protegiesen de cualquier mal, hasta que de su voz surgió cálida y desesperada «Das Wild, das ich jage, das ist der Tod» (la pieza que yo cazo es la muerte) y el rojo desapareció de la platea. Tita sintió que se le humedecían de nuevo los ojos, pero sin dolor y se abrazó a su amiga antes incluso de que acabase el concierto. Aquella noche Tita durmió como un angelito.

Las historias del tenor Mark Padmore y el Palau de la Música son legendarias, siempre ocurre algo memorable. «Cuando se escriba la historia del Palau se mirará con envidia y admiración la fuerte relación que ha tenido el coliseo modernista con Padmore, uno de los grandes referentes de cantantes del lieder», ratificaba ayer Joan Oller, director general del Palau, en la presentación del siguiente capítulo de esta historia de amor.

Esta noche, el Palau de la Música acogerá a Padmore junto al pianista Julius Drake y el Cor de Cambra en un concierto con un programa protagonizado por canciones de Britten y Schubert. «Britten fue uno de los mejores pianistas de la obra de Schubert y hay mucho del compositor alemán en su propia obra. Así que juntarlos en un programa tiene mucho sentido porque casan muy bien», señaló ayer Padmore, sin duda uno de los liederistas más reconocidos del mundo.

Juntos y sin director

Para el tenor, la clave en este tipo de repertorio es centrarse en la poesía de lo que se canta. «El secreto está en las palabras. No queremos que el público sólo escuche una música bonita, sino que entienda unas palabras que emocionan tanto o más y que hablan de la naturaleza, de la vida y la muerte. Existe un mensaje que tenemos que transmitir y ese es nuestro gran objetivo», comentó Padmore.

Después de dos días de ensayos, la relación entre el tenor y el Cor de Cambra es excelente, incluso interpretarán conjuntamente un tema. «Después de la universidad, estuve diez años en el mundo coral, así que entiendo muy bien sus dinámicas. Aquí no habrá director, así que todos compartiremos la responsabilidad en busca de hacer música juntos y comunicar el mensaje que pretendemos», concluyó.