El desafío independentista
El soberanismo cae en el desánimo y se prepara para una lucha fratricida
CDC, ERC y la CUP competirán por separado en unas elecciones cuyo reto es la movilización.
CDC, ERC y la CUP competirán por separado en unas elecciones cuyo reto es la movilización.
«Hay un escenario de desánimo», admitía ayer el presidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sánchez, tras constatar la imposibilidad de Junts pel Sí y la CUP para llegar a un acuerdo de investidura. La preocupación por el desánimo no sólo es de la ANC, sino que alcanza a todos los partidos independentistas, cuyo principal objetivo en esta nueva campaña electoral va a ser mantener la movilización de su electorado, algo que va a ser prácticamente imposible. El mapa político en Cataluña va a modificarse irremediablemente, ya que se da por hecho que el callejón sin salida en el que se han metido Junts pel Sí y la CUP tendrá consencuencias.
La CUP parece condenada a perder una parte de sus apoyos y ERC, que está decidida a desmarcarse de la lista electoral conjunta que propugna Convergència, parte con la mejor de las posiciones para beneficiarse del desgaste que va a experimentar la izquierda anticapitalista. CDC, por su parte, con sus siglas prácticamente calcinadas, no tiene otro remedio que proyectar una lista de aparente carácter transversal para aglutinar el mayor número de votantes.
Repetir la cifra de 72 diputados independentistas (62 de JxSí y 10 de la CUP), ese número definido tantas y tantas veces como «un tesoro», se antoja casi como una quimera. No obstante, las formaciones independentistas confían en que la falta de una alternativa por parte de los partidos españoles logre mantener vivo el proceso soberanista de algún modo. En realidad, dirigentes de Convergència como el propio Artur Mas ya han comenzado a deslizar la idea de «acomodar los ritmos en el futuro» ante el temor de que el independentismo pierda fuerza en las elecciones del próximo 6 de marzo.
La batalla de las próximas elecciones catalanas va a ser fratricida. El pacto de no agresión que CDC y ERC practicaron durante las elecciones generales ya no tiene razón de ser. Hay mucho en juego: nada más y nada menos que la presidencia de la Generalitat, una institución que ya no va a ser el coto privado de Mas, puesto que Oriol Junqueras tiene, como mínimo, las mismas opciones que su rival.
Una eventual victoria de Junqueras sería tanto como el funeral político de Mas, quien no tendrá tiempo material para preparar «la refundación» de CDC.
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