Política

El desafío independentista

El soberanismo llega roto al juicio del «procés»

ERC apuesta por discurso más pragmático mientras JxCat alimenta un nuevo choque

El president Torra con el vicepresidente Pere Aragonès tras cerrar en falso la crisis de gobierno este mismo otoño. Foto: Miquel González / Shooting
El president Torra con el vicepresidente Pere Aragonès tras cerrar en falso la crisis de gobierno este mismo otoño. Foto: Miquel González / Shootinglarazon

ERC apuesta por discurso más pragmático mientras JxCat alimenta un nuevo choque.

El independentismo llega resquebrajado y sin una estrategia unitaria al juicio a los líderes del «procés», el «momentum» (o «ventana de oportunidad») que vaticinó Quim Torra para redoblar la presión y plantear volver a la vía unilateral. El bloque se ha descompuesto y la división es clara en el Parlament, donde Junts per Catalunya y Esquerra han perdido más de medio centenar de votaciones en apenas dos meses. La suspensión de los diputados encausados dictada por el Tribunal Supremo en octubre destapó la caja de los truenos entre «neoconvergentes» y republicanos, dos formaciones tradicionalmente enfrentadas por el electorado catalanista.

Su disputa no fue baladí y sirve ahora para entender lo ocurrido durante este «otoño caliente»: Carles Puigdedemont y su entorno se negaron a que el ex president fuera sustituido de forma temporal como pedía el juez Pablo Llarena, mientras que Esquerra optó por aplicar la resolución y rechazó que se pudieran contabilizar los votos de los dirigentes investigados de Junts per Catalunya (Carles Puigdemont, Jordi Turull, Josep Rull y Jordi Sànchez). Un duelo claro de liderazgos, con Puigdemont cada vez más aislado en Bruselas, intentando no perder el foco y elevando el tono frente a un Oriol Junqueras en la cárcel de Lledoners apelando al diálogo.

Este enfrentamiento ha marcado y marcará el devenir de la política catalana y el «punto de no retorno» que puede llegar a significar el juicio a los dirigentes independentistas encarcelados, en palabras del propio president Quim Torra. De momento, Esquerra sale victoriosa al contar con el viento a favor de las encuestas y el liderazgo moral de Oriol Junqueras, reforzado este último año desde la cárcel en contraposición con la fuga de Carles Puigdemont. Y eso pese a que una de las sorpresas de las pasadas elecciones en Cataluña fue la victoria parcial (y contra todo pronóstico) de Junts per Catalunya por encima de los republicanos, en «shock» desde que su líder y cabeza de cartel, Oriol Junqueras, entrara en prisión el 2 de noviembre de 2017.

Con este panorama, ERC cedió todo el protagonismo a Puigdemont y sus promesas para la investidura, con la elección final de Quim Torra para presidir la Generalitat de forma interina. Los republicanos, con Pere Aragonès al mando de la gestión diaria y Junqueras como referente moral desde Lledoners, han pasado a controlar las carteras de más peso social dentro del Ejecutivo y han capitalizado un discurso que busca «ensanchar la base del soberanismo», acercarse a los postulados de los «comunes» de Ada Colau, alargar al máximo la legislatura y capitalizar los éxitos de la gestión diaria del Govern.

Firmes ante las presiones de Junts per Catalunya, los republicanos no han sucumbido ni a la huelga de hambre de los líderes «neoconvergentes» encarcelados ni a la OPA que Puigdemont ha lanzado con la Crida para aglutinar al independentismo en un único partido. «La gesticulación no ayuda, hay que mantener la cabeza fría», señaló el propio Oriol Junqueras en la última entrevista que concedió en TV3 con la vista puesta en el juicio. Un juicio en el que lucharán «jurídicamente y políticamente» reclamando siempre la «libre absolución» y con un ojo puesto en el Tribunal de Estrasburgo.

La distancia entre ERC y el entorno «neoconvergente» es notable pese a los últimos esfuerzos para acercar posturas. Por su parte, la formación controlada por Carles Puigdemont desde Bruselas intenta no perder el paso con un discurso que busca el enfrentamiento directo con el Estado pese a la llegada de Pedro Sánchez al Gobierno. Quim Torra ya avisó en el Parlament de que una sentencia condenatoria será «un punto de inflexión y de no retorno esta legislatura», en referencia a una posible convocatoria anticipada para «implantar la República», según sus propias palabras. Desde Junts per Catalunya reclaman un juicio «justo» y «con garantías», y piden que los dirigentes encarcelados tengan tiempo para preparar la defensa con sus abogados mientras dure, algo que también exige Esquerra.

«No nos quedaremos de brazos cruzados», señalan ante cualquier fallo «que no sea la de la absolución». Torra ha reiterado su determinación a «no aceptar» las sentencias si son condenatorias, aunque no ha explicado en qué consistiría esto y lo único que ha precisado es que se pondría a disposición del Parlament para encontrar la respuesta adecuada. Los presos de Junts per Catalunya, eso sí, han protestado con una huelga de hambre desde prisión que ha durado 20 días contra la actuación del Tribunal Constitucional.

Además, cabe recordar que el Govern de Torra saldó la crisis con Esquerra dentro del independentismo con un pacto para garantizar la estabilidad del Ejecutivo hasta el juicio por el «procés» dejando la puerta abierta a un adelanto electoral que sólo se puede activar por orden del president.