Asuntos sociales

El tabú de las parejas interraciales

Aunque nadie parece escandalizarse hoy del amor entre diferentes razas, la ficción popular siempre apuesta por homogenizarlas

Shrek apostó por dar la vuelta a los cuento de hadas, en lugar de todos guapos, mejor todos feos, pero es lo mismo
Shrek apostó por dar la vuelta a los cuento de hadas, en lugar de todos guapos, mejor todos feos, pero es lo mismolarazon

Aunque nadie parece escandalizarse hoy del amor entre diferentes razas, la ficción popular siempre apuesta por homogenizarlas

Cuando alguien grita en un supermercado, «¡tengo la mano enorme!» e insulta a continuación a quien entonces le mira la mano, hay tres posibilidades. Una, que esté loco. Dos, que sea una cámara oculta. Tres, que sea un tipo con muy mal carácter que de repente tiene las manos enormes. Las dos primeras, para ser justos, no son interesantes, pero la tercera sí, sobre todo si va acompañado por su mujer, una preciosa joven con las manos más pequeñas y delicadas que existen. Cuando pasean juntos, parece que la arrastre a la fuerza agarrándole todo el brazo. Así de grande es. Si antes eran la pareja perfecta, ahora, lo siento, ya no lo son.

Puede que digan que los contrarios se atraen, pero la realidad es que si lo hacen, acaban por repeler a los demás. La sociedad es así de cruel, atávica y subdesarrollada. ¿Qué hace entonces la sociedad, que no gusta de nada que la repela? Pues negar todo contrario, o ningunearlo centrando su atención en todo aquello que sí les unifica. La pareja se basa siempre en la negación automática de todo contrario, por eso se habla de la media naranja. ¿Qué ocurre, por ejemplo, con las parejas interraciales o las de gran diferencia de edad o las de clases sociales antagónicas? Si existen, en realidad sólo serán socialmente aceptadas si son homogenizadas por otro detalle que distraiga de la diferencia primigenia. Por ejemplo, si son actores los dos y famosos, da igual que se lleven muchos años, como Demi Moore y Ashton Kutcher.

Sólo hay que pensar en las representaciones de la cultura popular cuando las parejas son totalmente diferentes. ¿Cómo resuelven siempre dichas historias? Pues convirtiéndolos al final en la misma especie. El ejemplo claro es «La bella y la bestia». Después de que Bella consigue enamorarse del monstruo por su gran interior, como premio a tal esfuerzo amatorio convierten al bicho en un apuesto príncipe. «Bufff», suspira aliviada Bella y el espectador, porque pensar en la unión de tales contrarios todavía les da escalofríos. La moraleja no es en ningún caso que la belleza está en el interior y que puedes enamorarte de cualquiera, sino que el amor unifica o no es amor, un ataque integral a las parejas entre contrarios.

El esquema se repite en mil historias, desde el tópico de la princesa y la rana, sobre todo en esa gran película que es «Tiana y el Sapo», a una película que en principio está creada para subvertir todos los tópicos de los cuentos de hadas. Nos referimos a «Shrek» y sus cuatro partes, en el que cumplen el más tonto de los defectos dialécticos, ir de la tesis a la antitesis, sin reconocer que ésta última es simplemente una derivación de la primera. Aquí la pareja de enamorados, una princesa y un ogro, cambia el tópico por convertirse en dos ogros, pero el resultado es el mismo, el público tiene el descanso de no tener que entender lo fascinante que sería la unión entre un mujer atractiva y un ogro espeluznante. Según el guión que sigue la película, a Shrek y Fiona les da igual ser lo que sean, pero lo triste es que el público no, y es el público quien paga para ir a verlos.

El caso más extremo es el de «Avatar». Qué habría más revolucionario y redentor social que hacer que una especie de lagartija de cuatro metros fuese la pareja de un hombre. Otra vez se asustan en marcar la lucha por la diferencia y se refuerza el vínculo del amor como unión de iguales al convertir para siempre al soldado en su avatar.

La lista de ejemplos de la cultura popular es amplísima y demuestra que sigue habiendo un gran tabú dentro de las parejas interraciales. Aunque se ha avanzado mucho en cuestiones de racismo, el problema continúa, y si hablamos de amor, todavía es un término muy restrictivo socialmente. En los anuncios y la cultura popular está nuestra verdadera representación