Cataluña

El tamayazo de la CUP da alas al «procés»

Ocho votos a favor y dos abstenciones permiten la investidura de Puigdemont

La portavoz de la CUP, Anna Gabriel, ayer, durante la sesión de investidura en el Parlament de Cataluña
La portavoz de la CUP, Anna Gabriel, ayer, durante la sesión de investidura en el Parlament de Cataluñalarazon

Lo dice la canción, el domingo por la tarde «la mayor de las aficiones» de los españoles es el fútbol. Por eso celebrar el Pleno de investidura con el que arranca una legislatura que pone rumbo hacia la independencia un domingo por la tarde podía interpretarse ya como un intento más de Cataluña de diferenciarse de España. Aunque hubo detalles de la sesión que recuerdan a la España de la meseta como la letra del acuerdo entre la CUP y Junts pel Sí, que dice que los primeros cederán dos diputados como aval al nuevo gobierno para facilitar la mayoría parlamentaria. En la capital este acuerdo les recuerda al «tamayazo», que en 2003 permitió la entrada de Esperanza Aguirre en la Asamblea de Madrid.

La diferencia respecto al «tamayazo» es que, además, esta legislatura el resto de parlamentarios de la CUP no hará labor de oposición si la votación parlamentaria en cuestión amenaza la estabilidad del Gobierno catalán, esto es que los diputados anticapitalistas no votarán junto a la oposición en asuntos que comprometan la estabilidad, lo que asegura la mayoría al Ejecutivo de Carles Puigdemont. No son las únicas cesiones de la CUP, que también ha aceptado la renuncia de dos de sus diputados a cambio de la cabeza de Artur Mas. Aunque su jugada maestra fue que quienes se van son Julià de Jòdar, que no es ni militante, y Josep Manel Busqueta. La cupera más crítica con Mas, Anna Gabriel, no sólo no se va, sino que fue quien ayer llevó la voz cantante en el Pleno de investidura. Su aparición en el atril dividió a los ciudadanos concentrados a las puertas del Parlament.

Gabriel, con una camiseta zapatista que decía que «cuando una mujer avanza, ningún hombre retrocede», no rebajó ni un ápice sus reproches a Mas, a quien acusó de haber confundido el proceso con su persona. «Los tres meses de negociación no han sido para poner precio a su cabeza», trasladó al presidente saliente. Antes, el diputado Benet Salellas se vanaglorió de que la CUP «ha enviado a Mas a la papelera de la historia». Gabriel también defendió que el proceso no podía seguir adelante con un líder que se asocia a la corrupción, por mucho que la CUP esconda sus siglas.

Pero sobre todo, Gabriel dedicó la mayor parte de su discurso a reivindicar que la CUP no se ha vendido a Junts pel Sí. En un intento de demostrarlo, los diez diputados de la CUP no apoyaron por unanimidad la investidura de Puigdemont, cedieron ocho votos y dos se abstuvieron. Con esta fórmula defendió que el acuerdo con Junts pel sí «no es una cesión» y que la CUP no piensa dejar de dar voz a su programa y a sus bases. Este mensaje deja la puerta abierta a que éstas cambien la estrategia. También Puigdemont marcó distancias con la CUP. «No somos lo mismo, aunque haya quien lo piense porque llevamos un peinado similar», bromeó, haciendo referencia a «memes» que causan risas en internet. Gabriel trasladó a Puigdemont que tiene «la responsabilidad de ser el president de la transición a la república». Y por si fracasa, trasladó un guiño a Podemos, cuando agradeció los esfuerzos de «cierta izquierda española» por defender los derechos de los catalanes.