Cáncer
El valor de una vida con salud
Tres mujeres que son ejemplares en la lucha contra el cáncer relatan a LA RAZÓN sus experiencias con sinceridad y coraje
La investigación es la piedra angular en la lucha contra el cáncer. Cada día que pasa, avanza. Según los expertos, para 2050 ninguna persona menor de 80 años morirá debido a esta enfermedad. Estos son tres ejemplos de lucha y valor.
Silvia Aparicio
El 18 de marzo fue un día duro para Silvia Aparicio, de 43 años, madre de dos niños de 13 y 10 años y responsable de Recursos Humanos en una empresa. En una revisión anual le diagnosticaron un cáncer de mama, por el cual tuvo que someterse a una mastectomía. El momento en el que Silvia, quien ,a tenor de su experiencia, destaca «la importancia de hacerse las revisiones», conoció que tenía un tumor fue para ella muy duro, sobre todo por la incertidumbre. «Lo peor fue no saber si podía luchar o no, pero cuando supe que tenía una oportunidad de luchar, me centré en curarme», recuerda Silvia
Tras la intervención, y debido a que uno de los ganglios estaba afectado así como a su juventud, empezó con la quimioterapia, que concluyó en noviembre tras seis meses exponiendo a su cuerpo a dos tratamientos diferentes, que, entre otros efectos secundarios, le provocaron la caída del pelo.
«Yo siempre digo que para matar al bicho hay tres etapas: la de la espada, que es la operación; la del veneno, que es la quimio; y la del achicharramiento, que correspondería a la radio», tratamiento al que se está sometiendo en la actualidad. Por ahora ha recibido 4 sesiones y aún le quedan 21 más y a su conclusión, deberá tomarse una pastilla diaria en los próximos cinco años, tiempo durante el cual cada 28 días tendrá que recibir una inyección. «Mi cáncer es hormonal y este tratamiento es para parar toda la actividad de mis hormonas para que éste no vuelva a crecer», explica Silvia, quien si bien admite que ha habido momentos muy duros, dice considerarse «afortunada por como está llevando la enfermedad tanto a nivel físico como psicológico». «Aunque me he tenido que pedir la baja laboral, mi secreto ha sido mantenerme siempre activa y en eso ha ayudado la normalidad que imponen los niños y también ha sido vital el poder reírme de las cosas que me pasan».
«El sentido del humor me ha ayudado mucho, aunque eso no quita que haya días malos. En mi caso, esos días han representado un 5% y entonces has de moquear, sacar lo que tienes dentro y luego empezar a construir de nuevo», comenta Silvia.
Su estrategia para afrontar la enfermedad ha sido la de ir quemando etapas. «Cuando tienes un problema grande, no puedes atacarlo todo de golpe; has de fragmentarlo y abordarlo a pequeños retos», explica Silvia, quien, en este sentido, señala que «está siendo como una maratón: haces algo y miras para atrás y entonces te das cuenta de lo que has conseguido y además, en buenas condiciones».
Emma Lebón
Está ahora incapacitada con solo 38 años tras sufrir un cáncer de mama en abril de 2013, por el que tuvo que someterse a una mastectomía y tratamiento de quimioterapia y terapia de choque preventiva, y recaer en la enfermedad en noviembre de 2016, pero además con metástasis en el hígado. «Cuando me diagnosticaron el primer cáncer se me paró la vida», recuerda Emma, quien apunta que «en ese momento buscas un porqué, pero si lo haces te vuelves loca; has de pensar que te ha tocado y punto». Sin embargo, para ella «fue peor recaer». «Fue un palo. Es volver a empezar y con un tratamiento más bestia que la primera vez».
En esta última ocasión, Emma ha recibido ocho sesiones de quimioterapia y ha de mantener un tratamiento de por vida vía intravenosa e intramuscular, al que ha de someterse cada 21 días y que le produce efectos secundarios como cansancio, diarrea, alteración de la función cardíaca... «Soy consciente de que voy a ser toda la vida una paciente oncológica porque mi tratamiento es para frenar y controlar la enfermedad, para cronificarla, pero he de seguir». Señala que es muy importante «aprender a vivir de otra manera, intentar hacer la vida más normal posible». Contra el cáncer, «no te queda más que luchar» y por ello, tras su recaída, Emma decidió «dar un giro a su vida, dejar el trabajo para tener uno nuevo: curarme»
Pese a todo, dice sentirse afortunada, porque si bien ha vivido momentos muy duros, «mi carácter y mi fortaleza mental me han ayudado mucho. Siempre he sido muy positiva». «Con 32 años me quedé sin un pecho, gané 8 kilos por retención de líquidos debido al tratamiento, perdí el pelo», –pese a lo cual nunca ha llevado peluca porque dice ser «una calva feliz»– y he tenido momentos de rabia, de impotencia y de llorar, pero es que eso has de pasarlo» e insiste en que «lo importante es normalizar la situación e intentar mantenerse activo y en eso último me ha ayudado mucho mi perrita».
No se atreve a aconsejar a mujeres en su misma situación ya que «cada persona y cada cáncer es un mundo, hay gente que no puede llevarlo como yo», pero apunta que para ella, «el consejo básico es hacer caso a los médicos». Eso y «no asociar cáncer a muerte». «Yo prohibí a mi entorno llorar delante de mí o usar eufemismos para hablar de mi enfermedad», recuerda Emma, quien a día de hoy solo tiene ganglios en la zona abdominal, pero controlados y de poca actividad de células cancerígenas.
Mireia Agudo
A todo pulmón, todo lo que le permite el linfoma en el mediastino, una cavidad situada en el centro del tórax, Mireia Agudo, 28 años, cantó la letra de «Grita», uno de los dos bises con los que acabó el último concierto de Jarabe de Palo. Último de verdad. Porque su cantante, Pau Donés, enfermo de cáncer, se despide de los escenarios para centrarse en cuidar su salud y estar con su familia. Fue un concierto solidario, al que bautizaron «Jarabe contra el cáncer» porque todo el dinero recaudado con la entrada fue a parar al Instituto de Oncología del Hospital Vall d’Hebron. En el repertorio no podía faltar «Gritar», una canción que Pau Donés prestó a un grupo de mujeres que venció al cáncer para una campaña en la que reivindica un tratamiento psicológico para ayudarles a superar la experiencia del cáncer. El miedo, la risa, la soledad y la mano tendida de las que habla la canción son sensaciones que conoce bien Mireia que en un año y medio, desde que le diagnosticaron el cáncer ha vivido con una enorme intensidad. En 2019, días antes de la boda de su hermano, Mireia llegó a Urgencias del Hospital de Sant Pau con una trombosis.
Tenía mareos, picores y había perdido peso, pero tres analíticas no alertaron a su médico de cabecera. Acabó en la UCI nueve días con un coma inducido. «Una quimioterapia de choque me salvó la vida», cuenta. Le dieron una segunda tanda que logró reducir el tumor un 98% y con una tercera remitió, «sólo quedaban cenizas». Pero tras un mes y medio sin quimioterapia, el tumor se reprodujo. Tres tandas de quimioterapia más, durante un año que «ha sido como una montaña rusa», porque «tan pronto parecía curada como recaía», constataron que «soy refractaria a la quimioterapia».
Mireia ha entrado ahora en un ensayo clínico en fase 1 en el que participan 100 personas en todo el mundo, seis en Sant Pau. Muy resumidamente, toma dos fármacos combinados, uno que pretende evitar que las células cancerígenas profileren y otro que actúa sobre una proteína que frena la destrucción de las células malas por parte del sistema inmunológico. «La vacuna me deja la zona dolorida y con moratones», explica. Tras participar en una nueva campaña de la Fundación Josep Carreras, que busca financiación para dos ensayos clínicos www.imparables.org, le daban los resultados de la última tanda de quimioterapia. «No he logrado que el tumor se reduzca, pero tampoco ha crecido, así que el próximo paso será hacer radioterapia», explicó después a través de la cuenta @la_marato, donde relata su experiencia con el cáncer. El objetivo es estar bien para un trasplante de médula. Este año se ha casado.
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