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El violín que sabía enamorar

Paco Montalvo, virtuoso que ha encandilado a medio mundo con su grupo flamenco, llega por primera vez al Liceo.

Paco Montalvo en un momento de sus apasionantes directos que han enamorado a medio mundo y personalidades como Harrison Ford. Foto: La Razón
Paco Montalvo en un momento de sus apasionantes directos que han enamorado a medio mundo y personalidades como Harrison Ford. Foto: La Razónlarazon

Paco Montalvo, virtuoso que ha encandilado a medio mundo con su grupo flamenco, llega por primera vez al Liceo.

Existía en el pequeño pueblo de Szentendre, en el noreste de Hungría, un violín capaz de enamorar a todo aquel que lo escuchara. No había secretos, cualquier violinista con talento que supiese tocar una melodía ponía a sus pies a aquel que le escuchase. Sin embargo, si el violinista equivocaba una nota, perdía el compás o no sabía completar una melodía, el efecto era el contrario y convertía a sus oyentes en una horda de furiosas bestias.

Hacía 80 años que nadie se había atrevido a tocar el mágico instrumento, puesto que los últimos acabaron deshuesados por las bestias. Pero una mañana de julio, un joven, un niño nada más, lo encontró en una casa abandonada y sin saber de su leyenda empezó a tocar. La destreza de aquel pequeño músico paralizó al pueblo. Todos empezaron a seguirle, felices y enamorados. El niño, enancantado por los aplausos y el calor que aquella gente le ofrecía, no quería parar, pero ya de noche, con los dedos entumecidos, se detuvo de golpe. Exhausto, miró a las miles de personas que le habían vitoreado, feliz de causar tanto revuelo, pero pronto vio que aquella gente empezaba a cambiarle el rostro. Sus ojos empezaron a achinarse, el ceño a fruncirse, y la boca se iba transformando en un gesto amenazador y animal.

El niño no sabía lo que hacer, pero cuando vio que aquellas personas iban a abalanzarse encima suyo, no tuvo más remedio que volver a coger el violín y seguir tocando. La gente volvió al instante a ser amantes y agradecidos seres humanos, que ofrecían al niño sus cuerpos, sus casas, su vida entera.El niño sabía que nunca podría dejar de tocar y empezó a llorar por la cruel jugarreta que le había forzado el destino. Su talento se había convertido en su condena.

Éste es el único riesgo que puede sufrir el violinista Paco Montalvo, que le obliguen a tocar y tocar y tocar hasta desfallecer, pues una vez lo escuchas, no quieres dejar de hacerlo nunca. Uno de los virtuosos más aclamados del instrumento, con giras que le han llevado por el mundo entero, llega por primera vez al Gran Teatro del Liceo esta ncohe en un concierto en lo que será la primera vez que se pueda escuchar en la ciudad lo que él ha llamado el violín flamenco. «Soy de Córdoba y he nacido entre flamencos. A los 15 años me reunía con amigos guitarristas y cantaores y empezábamos a tocar hasta que conseguí inventar un estilo nuevo. El violín, en realidad, casa muy bien con la formación flamenca típica y aunque mi formación es clásica, me fue fácil unir los dos mundos», comenta Montalvo.

El joven se inició de muy joven con el instrumento. Al principio, sólo era un juego. Salía del cole y a veces le gustaba jugar al fútbol, pero la mayoría de las veces prefería volver a casa y practicar. «Aunque lo que me gustaba más que nada eran los aplausos, cuando te ponías en frente de un público y veías que les gustaban lo que hacías», asegura. En realidad, cogió el violín porque era el instrumento que estaba en casa. Su padre era músico y su tía y su abuela estaban todo el día cantando. «Si hubiese habido una guitarra, pues hoy sería guitarrista», reconoce.

Su primer concierto fue siendo un niño de poco más de un metro y a los trece años ya tocaba en Chicago en una gira por Estados Unidos. «Durante ese viaje en avión fue cuando por primera vez tuve la convicción de que esta sería mi vida. Hasta entonces sólo había sido un juego, pero las siete u ocho horas del vuelo me dieron tiempo a reflexionar y centrar mi vida para siempre», asegura.

Amigo de Harrison Ford

A partir de aquí dejó atrás las maravillas de niño prodigio y se ha establecido como uno de los virtuosos más aclamados del mundo entero. Incluso entre sus admiradores se encuentran Eva Longoria o el mismísimo Harrison Ford. «Lo conocí en una cena en la embajada y enseguida empezamos a hablar. Se interesaba mucho en lo que hacía y mientras yo se lo explicaba, veía que cada vez parecía tener más curiosidad. Así que no me lo pensé y le pregunté si quería escuchar una pequeña actuación. Dijo que sí, así que llamé a mis músicos e improvisamos un pequeño concierto de unos quince minutos para él. La verdad es que fue muy cariñoso conmigo», señala el violinista.

El Liceo verá así un violinista con alma flamenca, que se presentará con bailaoras, guitarrista, palmeros, cantaores y cajón, para hacer versiones clásicas con toques flamencos o palos con toques clásicas. Sea como sea, el resultado es igual de embrujador. «Mi gran referente siempre ha sido Paco de Lucía, más que Paganini, Mozart o Beethoven, que por supuesto me encantan», señala. De momento, la acogida ha sido sorprendente, de Mozambique a los más aguerridos flamencos ortodoxos. Enhorabuena.