Libros
Elvira Lindo: «Tengo una vena gamberra que no puedo reprimir»
La escritora presenta en la librería No Llegiu, «Tinto de Verano», sus divertidas crónicas veraniegas
La escritora presenta en la librería No Llegiu, «Tinto de Verano», sus divertidas crónicas veraniegas.
–En «Tinto de Verano», el libro que editado por Fulgencio Pimentel, reúne la totalidad de los textos que publicó hace ahora 16 años en «El País», una crónica divertida veraniega que se convierte hoy en una reivindicación del humor. En la introducción de su libro, al leer esos textos años después, afirma «¡Dios mío, qué valor!». ¿Por qué?
–Por un lado 16 años son muy pocos en lo que yo siento en mi vida, porque se me han pasado volando, pero también son muchos cuando se ve cómo ha cambiado el periodismo, así como la relación que tenemos los que escribimos en los periódicos con los lectores, en la cercanía que se ha establecido. Esos artículos los escribí muy aislada de la repercusión que pudieran tener porque me enteraba de ella cuando volvía a Madrid, en septiembre y me daba cuenta de las sonrisas de aprobación o desaprobación. Pero esa inocencia con la que yo vivía también me daba más libertad. En el fundo el humor necesita siempre de una mirada ácida, de la ironía, del sarcasmo, pero también de cierta inocencia y no estar tan pendiente de lo que piensen de ti.
–¿Es una reivindicación a mirar la vida con humor?
–Desde pequeña tengo una vena gamberra que no la puedo reprimir y de vez en cuando tengo que hacerla presente. Esa es la razón del tinto y de otras cosas de humor que escribo. Es para mí inevitable. Más que la vocación y más que nada: son las ganas irreprimibles de saltar sobre los charcos.
–Eran crónicas veraniegas en las que usted y su entorno tomaban el protagonismo, pero sin perder la ironía.
–Era la primera vez que alguien como yo, aislada completamente de cualquier mundo social, cultural o frívolo, estaba en casa y no tenía más remedio que hacer comedia con la materia prima que tenía delante. Y era una vida con muy pocas relaciones, salvo las familiares. Eso está muy expresado en los «Tintos de verano», crónica familiar de un verano en un pueblecito. Esa materia también era explosiva porque supongo que si mi marido fuera médico a nadie le hubiera causado ningún morbo que el doctor Muñoz apareciera en esos textos. Los dos somos personas muy conocidas y podía dar la impresión que contaba algo muy íntimo, cuando en realidad era algo muy cómico. En ningún momento traspasaba el límite de faltarle al respeto a tu propia vida.
–Es divertido como llama a su marido «su santo» en el texto.
–Sí. El humor es una cuestión de repetición. Pones un apelativo a alguien y se convierte en una costumbre en el lector y para ti. El humor tiene esos pequeños trucos de ritmo y repetición. Es como ese casticismo de ciudad. Madrid tien un habla popular muy seca que acaba siendo graciosa, algo que usaron de Arniches a Valle-Inclán. Lo de «mi santo» es una manera entre cariñosa y seca de llamar a la persona que tienes al lado.
–Habla de casticismo, pero ¿podríamos añadir costumbrismo?
–Es una palabra que tiene un estigma en España y parece que todo lo que suene a costubrismo sea algo de baja calidad o barato. Pero creo que el humor se nutre de las costumbres, de la cotidianidad. Me considero de una escuela entre costumbrista y del absurdo, y en eso está Jardiel Poncela, Mihura, Tono y podemos ir hacia atrás. En humor es necesario que salgan sitios concretos, dichos, juegos de palabras, se hable de lo que tienes cerca, de, en definitiva, tu universo más cercano.
–En este sentido, uno de los lectores que tuvieron estos textos fue todo un entendido en esta materia: Rafael Azcona.
–Al tratarse tal vez de un humor que estaba dentro de una tradición, gustaba a personas como Azcona. Conservo varias cartas suyas en las que me señala algún artículo en concreto. Así que puede imaginar que dentro de la inseguridad que me producían esos textos, cuando supe de la repercusión que habían tenido en ese primer otoño, para mi era como una especie de autorización para seguir haciéndolos.
–Mientras preparaba esta entrevista, leyendo sus textos, en alguna ocasión se me escapaba la risa.
–Es que están hechos para eso. En el humor no hay otro tipo de reacción. Lo primero que necesitas es la risa o la sonrisa y eso para mí es como el triunfo, como el aplauso. Es un género tan interactivo que no puedes quedarte parado. A mí me dan igual las disquisiones intelectuales sobre lo que ahí está escrito. Lo que necesito, y es lo primero para un humorista, es que se ría. Un cómico no quiere que la gente se quede quieta y pensando en el posible mensaje. Lo que se busca es que te rías de inmediato.
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