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Enric Ucelay-Da Cal: «Lo que marca al secesionismo radical es la búsqueda de un caudillo»

"El independentismo era un movimiento juvenil, de paso, pero a partir de 2012 tiene algunos jóvenes que se quedan y empieza a haber hasta abuelos", indica

Ante el auge de Vox, se demuestra por qué el PP ha tenido una función excepcional. Cuando el PP aglutinaba a la extrema derecha, el PP mandaba y la extrema derecha no tiene voz en el parlamento»
Ante el auge de Vox, se demuestra por qué el PP ha tenido una función excepcional. Cuando el PP aglutinaba a la extrema derecha, el PP mandaba y la extrema derecha no tiene voz en el parlamento»larazon

Enric Ucelay-Da Cal conversa con LA RAZÓN tras publicar su último libro «Breve historia del separatismo catalán», publicado por Ediciones B.

Enric Ucelay-Da Cal conversa con LA RAZÓN tras publicar su último libro «Breve historia del separatismo catalán», publicado por Ediciones B.

¿Por qué esta ausencia bibliográfica sobre la historia del independentismo?

El primer motivo es porque es un sector no excesivamente intelectual. Hasta hace seis años, cuando el «procés» se lanza, había muy pocos intelectuales políticamente fieles al sentido separatista –hay muy pocos libros escritos por independentistas en los años 30-. Una vez arranca el «procés», sí que empiezan a haber y hoy ya hay independentistas académicos. El segundo es porque hasta 2012, el independentismo era un fenómeno de paso.

Es decir, hasta 2012, como usted dice en el libro, el independentismo era para los jóvenes.

Hasta ahora, el independentismo estaba formado por el grupo al que los criminólogos llaman peligrosos: eran jóvenes de 15 a 28 años. Pero estos jóvenes luego se casan, tienen hijos y un trabajo y moderan su comportamiento político y votan a Pujol.

Pero desde que no está Pujol ha cambiado.

Empezó a cambiar en 1980, porque en el independentismo empezaron a entrar mujeres, que cambian el enfoque radical. El esquema de machismo adolescente de combate dio paso a la aparición de las primeras mujeres en el universo separatista. En 1981 se creó la Crida, que cambió la jerga machista y el horizonte político a corto plazo, el objetivo era sacar la protesta a la calle.

Ahora se podría definir al independentismo como un movimiento transversal sociológicamente.

El independentismo era un movimiento juvenil, de paso, pero a partir de 2012 tiene algunos jóvenes que se quedan y empieza a haber hasta abuelos. Cuando se encuentran sin ataduras, sin limitaciones de la vida cotidiana, se convierten en «yayoflautas indepes».

En su libro, usted diferencia hasta tres conceptos: separatismo, independentismo y los «indepes».

No son lo mismo. El separatismo político nace a finales de 1918 y principio de 1919 como un movimiento innovador y como forma extrema del enfoque catalanista. El independentismo irrumpe en 1968, al calor de las protestas estudiantiles del mayo del 68 y lo impulsa la izquierda independentista a través del PSAN. Y a partir de 2012 llega la multitud “indepe”, pero no es el independentismo estricto, ya que éste continúa siendo minoritario.

¿Y a qué se debe el surgimiento de esta multitud «indepe» tan repentina?

Los «indepes» son producto de cuatro cosas: la desaparición del comunismo catalán (con el final del PSUC y la implosión de ICV); la implosión de los socialistas; la caída del pujolismo; y la soledad de ERC, que ha quedado como único partido serio, es quien ha pacificado a la línea armada en 1991.

¿Es decir, el pujolismo se convirtió en uno de los principales diques de contención del independentismo?

Las formas políticas que dominan desde el franquismo tardío -1968- en adelante se deshacen a partir del intento de Maragall por solucionar el problema con el Estatut. Este intento tiene consecuencias en contexto español y catalán. La sentencia del TC contra el Estatut y la salida en masa de la gente a la calle permite una apuesta enloquecida de Artur Mas: ve que el espectáculo que se monta el 11-S le da un elemento doble de urgencia y convoca elecciones en 2012, pensando que ganaría y frenaría cualquier rivalidad u opción alternativa. Pero a Mas le sale mal la jugada.

¿Y el separatismo se desbocó?

Hay una cosa muy marcada en la Convergència de los años 80 y 90: es el extraordinario cinismo que exhibe, que viene desde arriba pero que es recibido abajo como si fuera verdad absoluta. El cinismo pujoliano permite vender humo de manera fabulosa y eso es algo que se repite con Mas tras su fracaso. El «España nos roba» o con una Cataluña independiente se pagarán mejores pensiones y habrá mejores prestaciones se convirtieron en consignas que se iban lanzando por todos los rincones. Prueba de ello es lo que acabó trascendiendo con Santi Vidal, que iba vendiendo humo por pueblos del territorio. Es decir, se hablaba de una manera determinada hacia dentro y esto es la construcción de la multitud «indepe», que no son los independentistas.

¿Cómo ve el futuro del independentismo?

Es impredecible, sobre todo a partir de las divisiones que están teniendo. Lo que marca al secesionismo radical es la búsqueda de un caudillo, no en el sentido del franquista. Un líder que puede ser Macià, Pujol y Companys. Mas no lo fue, Puigdemont menos y Torra menos todavía. Y luego está el tema de la suerte, que es con lo que han jugado los últimos líderes del independentismo. Mas y Puigdemont jugaron a apostar y les salió bien en algunas ocasiones, aunque otras no.

¿Qué tiene que corregir España para frenar al independentismo?

El problema histórico de España ha sido que hacía mucho dinero con los aranceles y destinaba el grueso al ejército. En la transición se hace un sistema que obliga a la gente a pagar más y se obtienen recursos, que permiten costear un estado del bienestar y aplacar el apoyo social a Franco tras su muerte. Pero todo esto aguanta hasta 2008, cuando estalla la crisis, que todavía no ha dejado a España. Y esto es uno de los factores más potentes por los que se proyecta la idea de una Cataluña independiente. Este cambio económico en España no se ha corregido y es necesario.

Por último, ¿el empuje de Vox se debe al conflicto catalán?

El PP, partido por el que no tengo ninguna simpatía, ha cumplido una función excepcional que solo se percibe ahora con la aparición de Vox. Incorporaba a la extrema derecha y cuando argumentaba esto a mis alumnos en los 90, me decían todos que yo era facha. Si no quieres partidos de extrema derecha en el parlamento, lo mejor es que sigan dentro del partido conservador y que sean los conservadores quienes manden.