Arquitectura
«Es difícil seguir la obra de Gaudí sin ser “kitsch”»
Reconocido internacionalmente por su biografía de Antoni Gaudí, el profesor y escritor Gijs Van Hensbergen acaba de publicar el ensayo «La Sagrada Familia»
Reconocido internacionalmente por su biografía de Antoni Gaudí, el profesor y escritor Gijs Van Hensbergen acaba de publicar el ensayo «La Sagrada Familia».
–¿Qué le animó a enfrentarse a la obra más famosa de Gaudí en su libro «La Sagrada Familia. El paraíso terrenal de Gaudí» (editado por Plaza & Janés en castellano y en Rosa dels Vents en catalán)?
–Desde que apareció mi biografía ha cambiado radicalmente el edificio. Está acabado por dentro y da sentido a las dos fachadas diferentes, la de Subirachs y la de Gaudí. El «boom» de Gaudí no ha parado en este tiempo y la Sagrada Familia se ha convertido en el logotipo de Cataluña. También es extraordinaria por su historia. Viene gente de todo el mundo. Para explicar por qué hay tanto enganche y afición hacía falta un libro. La Sagrada Familia no es una cuestión de gustos sino un edificio de fe. Necesitamos escuchar más las noticias que salen del Papa Francisco, la única voz con nivel sobre el desastre que hay en el mundo. Por eso, creo que hacía falta un libro que nos haga ver ese edificio como un milagro.
–Ha contado con la ayuda de la gente de la Sagrada Familia, pero no es una biografía autorizada.
–No. He querido hacer mi historia, además de ser muy respetuoso. Quería explicar también las esperanzas que tiene la Iglesia al ver en la Sagrada Familia un sitio en el que las distintas religiones pueden dialogar. Esa es la esperanza, como también lo es el llamar al edificio la Catedral de Europa. Me interesa mucho la idea de construir algo que será el Santiago de Compostela del siglo XXI.
–¿Qué le parece la invasión turística en el edificio?
–Hay muchos amigos catalanes que se están quejando de los miles de guiris que, como yo, vienen cada año. Estamos llegando al problema del colapso en las Ramblas, con una Boqueria que en un año ya no es la que era antes y ha perdido mucho. Ese es el efecto de la explosión de un turismo que no es especialmente cultural. Cuando todo termina con un Starbucks estamos perdiendo muchísimo. La Sagrada Familia es muy catalán y católico, pero también puede provocar el problema del turismo masivo. Pero, ya sabe, una vez que se ha abierto la caja de Pandora, es muy difícil volverla a abrir.
–Uno de los artistas que hizo más campaña a favor de Gaudí y su obra fue Salvador Dalí. Sin embargo, usted afirma que esa simpatía fue perjudicial para el arquitecto. ¿Por qué?
–Dalí es demasiado sofisticado. En sus tonterías siempre hay algo de verdad. El artículo que escribió en 1933 sobre la arquitectura comestible, me llevó hacia los cocineros catalanes, como Ferran Adrià, Jordi Cruz o los hermanos Roca. Dalí decía que cuando le hacía falta inspiración se iba a los edificios de Gaudí a por ella. En las novedades de Adrià hace falta ciencia, saber cómo funciona la cocina y esa cosa tan catalana del diseño, de lo que funcione tan bien. Gaudí está en el centro de ese debate. En todo caso, mucha gente no ha entendido a Dalí y el pintor usó a Gaudí en su propio beneficio en el artículo citado trivializándolo.
–¿Cómo se explica que Gaudí tuviera tan pocos discípulos en vida?
–Fue tan genial que es difícil seguirlo sin ser «kitsch». La Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial convirtieron a Gaudí en pasado. Por eso, hemos tardado casi cien años en entender que era un arquitecto que valía mucho la pena. Me encantaría vivir en la Pedrera porque sus pisos son acogedores y cómodos. Sabía perfectamente cómo construir una casa en la que vivir bien y con elegancia.
–¿Qué impresión tiene del trabajo de Josep Maria Subirachs en el edificio?
–No es el mejor escultor del mundo. Hace 14 años no me gustaba nada su obra, pero con el edificio terminado su trabajo ya tiene su sentido. No estaba muy lejos en sus ideas de las de Gaudí.
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