Literatura

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Feliu Formosa, una vida frente al espejo

El escritor recupera sus diarios, sus mejores poemas y traduce a Else Lasker-Schuler

Feliu Formosa
Feliu Formosalarazon

El escritor recupera sus diarios, sus mejores poemas y traduce a Else Lasker-Schuler.

Carlos Sala -Bertold Brecht salió de casa con un terrible dolor de cabeza. Tenía 23 años, vivía en Berlín desde hacía muy poco y le habían cortado fatal el pelo, algo que disimulaba con su falsa seguridad. Tenía ese aire distraído de parecer querer estar siempre en otro sitio, y a veces hasta era verdad. Llegó al periódico donde colaboraba con cierto retraso y empezó a escribir un artículo sobre su extraña tarde. «¡Una aspirina, una aspirina!», exclamó, mal, y sus compañeros creyeron que había visto una aspirina, no que necesitase una, y le miraron raro.

Empezó a escribir más o menos para olvidarse de todo. Había ido a un recital de poesía, donde había experimentado un extraño furor. Por un lado, los poemas en sí, al menos la mayoría, no le gustaban en absoluto, pero la poesía que vagaba extraña a su alrededor, como si fuese un fantasma inspirador, le tenía fascinado. Eran cosas como: «Tu alma, que por la mía se devive, trenzada está por ella en un tapiz del Tibet. Destello con destello, enamorados colores, estrellas cielo avante diciéndose de amores...», pero dichas por una voz rota, terrible, áspera, de mujer que no habla, sólo pide auxilio.

La mujer que recitaba esos versos era Else Lasker-Schüler, poeta judía, expresionista, bohemia, abandonada y una de esas mentes preclaras que si las ensucias un poco se pierden pronto para siempre. A los cuatro años ya sabía leer y escribir. A los 52 vivía desesperada por la muerte de su hijo, durmiendo en parques públicos, y con gente como Karl Krauss pidiendo suscripciones para ayudarla. Era una de esos autoras vulnerables que todo el mundo se permitía el lujo de vilipendiar, como el viperino, bahh, Kafka. «No puedo aguantar sus poemas. Ante ellos no siento más que aburrimiento o rechazo, a causa de su superficial ostentación. También su prosa me resulta cargante, por los mismos motivos: en ella maquina el cerebro incontrolablemente espasmódico de una urbanícola sobreexcitada», escribía este señor con bombín, paraguas y misoginia.

No todo eran malas palabras. Krauss no dudaba en decir que «es la más poderosa e intransitable personalidad lírica de la Alemania moderna». Por su parte, Gottfried Behn, su amante, afirmaba que era «la mayor poetisa que jamás poseyó Alemania». Y Frederich Dürrenmatt remarcaba que «veía las cosas como si fuese la primera vez que lo hiciera, y las decía como si fuese la primera vez. Era una cordillera atrevida, de naturaleza volcánica». Lo era, Brecht lo comprobó al instante al escucharla y escribió aquella tarde: «Acabo de asistir a una lectura de poesía fascinante de una vieja decrépita y antipática». Hay veces que la gente merece sus dolores de cabeza.

Entre los valedores que todavía quedan de Else Lasker-Schüler está Feliu Formosa, que acaba de traducir para la editorial Adesiara el poemario «El meu piano blau». «La muerte de su hijo a los 28 años la desequilibró y muchos de estos poemas, de 1943, hablan de él. Murió exhiliada en Jerusalén en 1945. Está enterrada en el Monte de los Olivos. En su funeral asistieron unas 60 personas que leyeron algunos de estos poemas», dijo ayer Formosa.

El célebre traductor y poeta vive a sus 83 años una época de gran actividad y ayer presentó hasta cuatro publicaciones que llevan su firma. Por un lado, Núvol recupera su dietario «El present vulnerable (1973-1978). «Podríamos decir que es un diario dividido en tres. Hay una primera parte de apuntes culturales. Una segunda, un diario sin fechas que yo describo como diario del caos, en el que hablo de mi vida tras el fallecimiento de mi primera mujer. Y una última parte que es un diario de actividad, en unos años que pasaron muchas cosas, como el Premi Carles Riba, empezar a escribir poesía o las clases en el Institut del Teatre», dijo.

Además, Pagès Editors acaba de presentar «Papallona de l'ombra», antológica de sus mejores poemas que ha escogido él mismo. «He intentado escoger los que mejor se aguantan de cada libro. Ahora me pasa lo que decía Juan Luis Panero cuando cumplió los 70 años, “me ha abandonado la poesía”. Aunque eso no quiere decir que no vuelva a ella», aseguró Formosa.

Por último, la publicación «El procés» le dedica un monográfico en su último número que incluye variado material inédito, como fragmentos de su nuevo dietario del 2015/16 donde habla de amigos que perdió, como Montserrat Roig. Y su actividad no acaba aquí, porque ya prepara una traducción al catalán de los «Diarios» de Kafka y busca reunir todos sus prólogos y presentaciones literarias.