Sanidad
«Fui al ginecólogo porque tenía dolor y descubrí que me habían hecho una ablación»
Marta es una de las 8 mujeres víctimas de una mutilación a las que la Fundación Iván Mañero ha reconstruido el clítoris
Marta es una de las 8 mujeres víctimas de una mutilación a las que la Fundación Iván Mañero ha reconstruido el clítoris.
En la familia de Marta (nombre elegido por la víctima para preservar su anonimato), las mujeres no visitan al ginecólogo. Su familia es originaria de un país del África Occidental, pero ella nació en Mataró (Barcelona) hace 26 años y lo normal entre sus amigas es ir al ginecólogo, al menos una vez al año. Además, ella tenía «unos dolores de regla espantosos» y «constantes infecciones». «Eran tan insoportables que no podía hacer vida normal», recuerda. Así que un día pidió cita con el ginecólogo de su Centro de Atención Primaria (CAP). En la primera visita, Marta explicó al doctor que tenía fuertes dolores de regla e infecciones y se quedó desconcertada cuando le respondió: «Es lo normal cuando te han hecho una ablación».
«¡Una ablación!», exclamó hacia sus adentros. No tenía la más mínima idea de que fuera víctima de una intervención tan brutal, que tal día como ayer, 6 de febrero, se censura con el Día Internacional de la Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina. ¿Cuándo?, ¿cómo? y ¿por qué?, se preguntaba. Pero sólo llegó a contestar la última pregunta a medias, pues en el país de origen de sus padres es una práctica cultural arraigada. Salvaje, machista, inhumana, pero arraigada.
Más adelante, descubriría que cuando tenía menos de un año fue sometida a una ablación, aquí, en Cataluña. Que tuvo una hemorragia, que estuvo un mes ingresada en el Hospital Doctor Trueta de Girona y que casi no sobrevive. No le recrimina nada a su madre, que sólo tenía 19 años e hizo lo que para ella «era normal». Tras este episodio, los servicios sociales le contaron que la mutilación genital no tiene nada de «normal» y «a mis dos hermanas pequeñas ya no las sometió a una ablación».
Falta de apoyo en el CAP
Aunque la Generalitat informa de que en 2015 puso en marcha un circuito para reconstruir el clítoris a mujeres mutiladas, formado por una unidad mixta de ginecólogos y cirujanos plásticos, cuando Marta preguntó a su médico qué podía hacer, éste le respondió que podía operarse, «pero las operaciones son muy caras», matizó. No le habló de ningún circuito, no le dio alternativas, ni le ofreció ayuda. Pese a que en los últimos dos años, el sistema público sanitario catalán ha reconstruido el clítoris de 10 mujeres.
Ella tampoco se atrevía a pedir ayuda en casa. «Lloré mucho, me indigné, sentí mucha frustración y me lo comí sola con patatas», recuerda Marta. Buscó respuestas donde todos los jóvenes buscan respuestas, en Internet. Y dio con la Fundación del doctor Iván Mañero, que lleva diez años luchando contra esta práctica en Guinea Bissau. ¡Bendito hallazgo! Porque hace cinco años, la fundación trajo a España este proyecto tras conocer que también había niñas y mujeres víctimas de una mutilación. Para llegar a estas mujeres, colaboran con las comadronas del Institut Català de la Salut (ICS). «La idea no es forzar a nadie, cuan la mujer afectada comenta a su comadrona que tiene dolor o simplemente le afecta psicológicamente, ellas les facilitan nuestro contacto», cuenta el doctor Mañero. «Las mujeres que dan el paso de llamar son muy valientes, no sólo por intentar recuperar una parte de ellas que nunca les deberían haber arrebatado, sino por enfrentarse a sus comunidades», prosigue. «Una nos explicaba que su familia le dijo que su honor dependía de ella. No se vio capaz de seguir adelante», lamenta. De las mujeres que se informan, sólo se operan un 15%. La fundación ha atendido a 50 mujeres, 28 se visitaron con el equipo médico del IM Clinic, pero sólo 8 han pasado por quirófano. Marta es una de ellas. La operación cuesta entre 1.500 y 3.500 euros, pero la Obra Social La Caixa, el IM Clinic y la fundación corre con los gastos de mujeres con poco poder adquisitivo.
«Mi mejor amiga me acompañó en todo el proceso, me llevó a la clínica, a casa, me hacía la comida... es un amor», dice agradecida. «Me operaron en diciembre de 2016 y aún me hacen un segumiento médico, pero estoy estupenda, la vida me ha cambiado, ahora puedo ir a trabajar cuando tengo la regla!
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