Partidos Políticos
Ganar tiempo para ir a otras elecciones en enero
¿Y ahora qué? Ésta es la pregunta del millón en Cataluña. Para los independentistas de derechas y de izquierdas, «todos los grandes proyectos de legislatura no se pueden cumplir», y la culpa es de la CUP, «que no son de fiar», afirman a todo aquel que los quiere oír. Son los mismos que subsanaron sus diferencias y sus egos en pro del objetivo mayor, la independencia, como si en la construcción de un nuevo Estado no intervinieran las ideologías. La CUP es el detonante pero no el culpable. Se lo dijeron a Mas el 2 de noviembre en su despacho del Palau de la Generalitat. Mas, que firma de forma enfermiza sus artículos de opinión como el 129 presidente de la Generalitat, no cejó y presentó la resolución independentista del 9 de noviembre, asumiendo los postulados de la CUP y también su lenguaje. Ni por ésas. Los anticapitalistas lo enviaron a «la papelera de la historia» y haciendo bandera de su ideología antisistema han puesto en la picota a su heredero, Carles Puigdemont, y al eterno aspirante a quitar el liderazgo del soberanismo a Convergència: el líder de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras.
¿Y ahora qué? Convergència y ERC han sido víctimas de su propia estrategia. Ayudaron a crecer a una izquierda catalana «la nostra» para erosionar a socialistas y ecosocialistas. Lo que no previeron es que esta izquierda quiere reventar el sistema porque es su máximo adversario, y la independencia es sólo un elemento más para hacer caer el sistema, no el prioritario. Por eso, la CUP ha dicho no a los Presupuestos. Quieren la independencia y los grandes números de Puigdemont y Junqueras son sólo unos Presupuestos más y con unos recursos más que menguados. Puigdemont y Junqueras han tardado seis meses en darse cuenta de que son objetivos de los cuperos porque son sistema.
¿Y ahora qué? Hasta el 26 de junio, nada de nada. El adelanto electoral está ya instalado en la política catalana. Después de junio, Junqueras tiene sólo 20 días para intentar aprobar unos nuevos Presupuestos. La tarea se aventura ardua y con visos de imposible. La CUP no quiere Presupuestos, quiere que Puigdemont lidere la ruptura con España. Y Puigdemont sabe que tiene los pies de barro.
Convergència está esperando una derrota que la puede dejar sin grupo parlamentario en el Congreso. Esquerra tendrá más diputados, pero será derrotada por los podemitas catalanes de En Comú Podem. Y además, una nueva convocatoria electoral en Cataluña con CDC y ERC presentándose por separado, son garantía de un batacazo.
¿Y ahora qué? Francesc Homs, el líder convergente ante el 26-J, está planteando una salida. Su propuesta ya no es ir a Madrid a «negociar la independencia», sino «ir a Madrid para formar una comisión en el Congreso para buscar soluciones a Cataluña». Esta nueva propuesta estaría encaminada a dar un paso atrás en el proceso soberanista, al menos por parte de CDC. De esta forma, la derecha nacionalista quiere ponerse en el 8 de noviembre, antes de la declaración de independencia. Se trataría de ponerse, en lenguaje de los modernos, en varias pantallas atrás. No está tan claro que ERC muerda este hueso. Oriol Junqueras acaricia la posibilidad de ser el nuevo inquilino del Palau de la Generalitat. Ahora parece su momento. Su única precaución es la CUP, a la que culpa del desaguisado pero elogia cada vez que puede porque para eso estamos en campaña.
¿Y ahora qué? Cataluña seguirá sin Presupuestos. Las elecciones, por cuestiones técnicas y legales, no se pueden hacer antes de final de año. Puigdemont aguantará. Necesita que su partido se refunde aunque sean los mismos los que sigan al frente. No quiere urnas para perder el Gobierno y el liderazgo del soberanismo. Junqueras valorará sus fuerzas pero tampoco quiere urnas. La CUP y, sobre todo, Podemos y Ada Colau pesan demasiado. Su escenario idóneo, negociar los Presupuestos con socialistas y con la marca catalana de Podemos en el Parlament. El precio, renunciar al proceso soberanista. La CUP les ha dado la excusa en bandeja para justificar que «todos los grandes proyectos de legislatura no se pueden cumplir». Las elecciones están a la vista pero todos se tomarán su tiempo. El presidente catalán ha puesto fecha al punto y final: en septiembre, moción de confianza en el Parlament. Espera, sin duda, que la CUP esté empapada de entusiasmo soberanista en torno al 11 de septiembre y no envíe a su Gobierno, como a Mas, «a la papelera de la historia».
Con este movimiento, el presidente catalán gana tiempo. Convergència se refundará, buscará un candidato a la Generalitat –ahora no lo tiene y Puigdemont afirmó que él no quería serlo, aunque parece que se lo repiensa– y verá hasta qué punto las costuras con ERC aguantan la presión. Hasta esa moción, Puigdemont se revestirá de patriota y culpará de todos los males a la CUP. Las relaciones en el Gobierno no son las mejores, pero ambos partidos nacionalistas se necesitan. Los de Esquerra tienen prisa por llegar a las urnas pero para Junqueras las prisas no son buenas consejeras. Una cosa les une: acelerar el proceso soberanista. Saben que no tiene solución de continuidad pero para los soberanistas es una cuestión de supervivencia ante la puntilla de la CUP. No se lo perdonarán.
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