Literatura

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Ginzburg, en el microscopio

La celebración del centenario de la escritora italiana devuelve a las librerías a una de las voces más personales de la cultura europea del XX

La mirada de Ginzburg le permitía ver lo lejano como si estuviese cerca y lo cercano como si estuviera palpitando en el corazón
La mirada de Ginzburg le permitía ver lo lejano como si estuviese cerca y lo cercano como si estuviera palpitando en el corazónlarazon

Los ojos achinados de Natalia Ginzburg no vigilaban, ni aletaban, ni siquiera veían, sólo aumentaban lo que se cruzaban por su camino, creando esas verdades invisibles que diferencian a los buenos escritores, que sólo saben describir lo que ven, de los grandes, que descubren lo que hasta entonces pasaba desapercibido. Porque Ginzburg era una de las grandes, una radical de la memoria, capaz de aumentar al microscopio el devenir de la vida y los seres humanos que le dan forma. Sin escritores como Ginzburg, las personas serían invisibles.

En «Léxico familiar», (Lumen) nos presentó a los Levi, su propia familia, descubriendo todas sus interioridades, incluso la manera particular en que se hablaban unos con otros, creando un lenguaje universal. No lo inventó ella, siempre estaba allí, tan obvio y común que era invisible. Ese era su talento. «Siempre que, debido a mi costumbre de novelista, inventaba algo, me sentía obligada a destruirlo», aseguraba.

Sin Ginzburg no se entendería, por ejemplo, el fenómeno actual de la misteriosa Elena Ferrante. Ella está en el centro de la cultura italiana del XX, de Cesare Pavese, de la que era buena amiga, a Pasolini, con el que hizo de actriz en «El evangelio según San Mateo». Italo Calvino y Elsa Morante eran admiradores y su influencia se extendió pronto por todo el mundo, de Alice Munro a Carmen Martín Gaite, que también fue buena amiga suya.

En este 2016 se cumple el centenario de su nacimiento, efeméride que ha servido a las editoriales para recuperar algunos de los hitos de su larga trayectoria. Lumen acaba de editar «Todos nuestros ayeres», «Las tareas de casa y otros ensayos» y la celebérrima «Léxico Familiar». «Ginzburg reivindica las cuatro paredes entre las que se refugia la familia, con sus luces y sus sombras, o el campo abierto en el que los jóvenes comienzan a equivocarse. Lo mínimo, lo pequeño debe tenerse en cuenta y valorarse para construir algo grande. Esta filosofía le acompaña libro a libro», comenta Elena Medel, que firma los prólogos.

Por su parte, Acantilado, que cuenta dentro de su catálogo con varios libros de la autora, presenta ahora «y eso fue lo que pasó», su segunda novela, escrita en 1947, y que nos presenta una historia de amor desgarradora. «Día tras día el silencio cosecha sus víctimas. El silencio es una enfermedad mortal», comentaba Ginzburg, y ese fue su gran hazaña, gritar con la voz baja.