Cataluña

Indecisos más indecisos

Un empleado traslada una de las urnas donde hoy 5.516.431 catalanes eligirán a los 47 diputados que representarán a esta Comunidad Autónoma en el Congreso y el Senado
Un empleado traslada una de las urnas donde hoy 5.516.431 catalanes eligirán a los 47 diputados que representarán a esta Comunidad Autónoma en el Congreso y el Senadolarazon

De tanto repetirlo, suena a tópico, pero España y también Cataluña afrontan las elecciones generales más inciertas desde 1977. Los indecisos –un 41 por ciento, según el CIS, hace quince días– están más indecisos. La campaña más mediática de la historia, ha tratado al ciudadano como audiencia televisiva con la diferencia que el electorado no cambia de partido con la facilidad que cambia de canal. Además del eje izquierda-derecha y vieja-nueva política –la novedad de esta contienda–, en la escena catalana se añade el dilema de la independencia, sobre el que después de tres años de monopolizar el debate político, apenas se ha hablado. Las formaciones políticas que están en contra de la independencia no han expuesto una alternativa –si es que la tienen–, para seducir a quienes quieren romper. La propuesta del PP, dos días antes de acabar la campaña, de reabrir el diálogo con cesiones mútuas o la España federal del PSOE, no han hecho sombra al referéndum de Pablo Iglesias, que ha dado un empuje a Podemos en Cataluña.

Lo único seguro es que hoy se confirmará oficialmente la defunción del bipartidismo. Desde 1982 ni Izquierda Unida ni la opción de centro derecha de Adolfo Suárez habían logrado superar el 10 por ciento de los votos ni eran capaces de hacer de contrapeso a los dos partidos alfa, el PP y el PSOE. Pero la irrupción de dos nuevas fuerzas, Ciutadans a la izquierda del PP y Podemos, a la del PSOE, nacidas al fragor de la crisis económica, la corrupción y el dilema catalán dibujarán un nuevo mapa político, también en Cataluña.

Hasta hace cuatro años, el PSC, en Cataluña, no tenía rival en las generales. Siempre ganaba. La magnitud de sus victorias obtuvo dimensiones espectaculares en 2008, cuando alcanzó 25 escaños de los 47 que hay en juego. Pero en 2011 perdió la mitad de sus diputados y CiU, que aprovechó el desgaste que el tripartito ejerció en el PSC, subió 6 escaños. Y con 16 diputados y el 30 por ciento de los votos se convirtió logró desbancar a los socialistas en unas generales.

Apenas cuatro años después, ni CiU ni el PSC son los favoritos en los sondeos. Las encuestas gubernamentales hablan de un empate a cinco, si bien dan una ligera ventaja a las opciones alternativas de nacionalistas y socialistas, ERC y Podemos –en Cataluña, donde cuenta con el revulsivo de Ada Colau, En Comú Podem–.

Las elecciones de hoy están llamadas a batir récords. Puede ser la primera vez en la historia que ERC gane a Convergència en unas generales. Aunque los soberanistas descartan leer los resultados de hoy en clave de plebiscito, no podrán evitar que se comparen los resultados con los del 27-S. En su contra, tienen que las generales nunca han sido propicias para los partidos independentistas, antaño nacionalistas.

El soberanista desmovilizado

Al margen de que los ciudadanos se decantan por el voto útil, como el que en 2003 dio la victoria a José Luis Rodríguez Zapatero, en el área metropolitana, había una bolsa de voto dual que participaba en las elecciones generales activamente y se abstenía en las autonómicas. Estos abstencionistas solían ser de izquierda y con una identidad más española. Solían, porque en las últimas autonómicas la participación fue del 77,4 por ciento. Eso sí, el voto de una parte importante del área metropolitana, donde todos los partidos a excepción de Convergència, han vuelto a centrar sus esfuerzos esta campaña, fue el responsable de que los soberanistas no obtuvieran una victoria más clara el 27-S.

Aunque en septiembre, el independentismo ganó, hoy pueden perder. El electorado llega cansado a la cita de hoy. A las tres elecciones autonómicas en 5 años, los soberanistas suman manifestaciones y la consulta del 9-N. Además, hay independentistas, como la CUP, que se abstendrán porque España no va con ellos. A esto, la incertidumbre sobre la investidura de Artur Mas no ayuda. ERC y CDC no han repetido candidatura unitaria, aunque el primero quería. Tanto ruido aleja la meta de la independencia en beneficio de Podemos.