Conciertos

Kraftwerk: locura en el Sónar

La efectiva puesta en escena de Kraftwerk sedujo a más de 25.000 personas con ganas de homenajear a los padres de todo
La efectiva puesta en escena de Kraftwerk sedujo a más de 25.000 personas con ganas de homenajear a los padres de todolarazon

Ver a Kraftwerk en 2013 es como revivir el momento en que el hombre pisó la luna y todo el mundo se quedó en casa para mirarlo. Es una experiencia retrofuturista llena de encanto y esa especie de melancolía por un futuro que nunca llegó a producirse. La noche del viernes volvieron a dejarlo claro en el Sónar.

Los pioneros de la música electrónica sentaron cátedra con un concierto de ejecución perfecta y con un 3D que hizo que las gafas bicolor fueran el gadget fetiche del festival. Los gritos cada vez que el satélite que proyectaba la pantalla parecía a punto de alunizar en medio del Sónar Club fueron atronadores.

Éxitos contundentes

El repertorio fue el esperado, del categórico «The Man-Machine» a la fábula sincopada de «Autobahn», el coqueteo tecno pop de «The Model» o las maravillas cíclicas de «Tour de France». Kraftwerk es a la electrónica una especie de acupuntura, una técnica de precisión que presiona los puntos exactos para hacerte sentir bien. Con un alargado «Music Non Stop» cerraron una noche que sonó a despedida, como decir adiós a ese futuro de antaño, cuando todos íbamos a ser máquinas y a conquistar el universo.

La noche del viernes fue un auténtico hervidero de gente paseándose de un escenario a otro. El Sónar ha batido este año todos sus récords y ha certificado la mejor edición de su historia con 121.500 personas, un 24 por ciento más que el año pasado. «Hemos vendido entradas en 102 países. El 55 por ciento ha sido público extranjero. Hemos dado un salto cualititivo importante», dijo ayer Ricard Robles, codirector del festival.

El viernes también vivió otros momentos estelares, como esa voz de Bat for Lashes capaz de crear estrellas, con el público en completo trance al final con «Daniel». Otro de los triunfadores fue Baauer, que acelera las bases del hip hop hasta la histeria y crea algo así como «trash» electrónico, una velocidad de beats que pareció abducir a todo el Sónar. Y cuando tocó su «Harlem Shake», aquello ya era puro canibalismo eufórico.

Un poco después, Major Lazer conseguía que todos se sacasen la camiseta con esa apuesta bruta por modernizar los sonidos jamaicanos. Y después Skrillex acabó por aniquilar cualquier pudor e hizo que 25.000 personas se entregase al nuevo rey de la electrónica. Menos encanto tuvieron Two Door Cinema Club, con un pop adocenado, muy resultón pero carente de pulsiones arrebatadoras. En definitiva, una noche para recordar.