Arquitectura
La «Casa de las Punxes» abre al público tras 100 años
El edificio de Puig i Cadafalch se reinventa como museo de la leyenda de Sant Jordi y una terraza con un mirador único, la «punxa» principal
El edificio de Puig i Cadafalch se reinventa como museo de la leyenda de Sant Jordi y una terraza con un mirador único, la «punxa» principal.
La maldición dice que la Bella Durmiente se pinchará el dedo con un huso, pero en vez de morir dormirá un siglo. Los turistas que entrarán hoy por primera en la «Casa de les Punxes» quizás la encuentren dormida en alguno de los seis torreones que rodean la terraza del edificio, uno de los espacios de la emblemática obra de Josep Puig i Cadafalch que abre al público después de cien años.
Tanto Walt Disney como Puig i Cadafalch se inspiraron en el Castillo del Rey Loco, la atracción turística más fotografiada de Baviera, según la wikipedia, para dar rienda suelta a dos de sus obras más famosas, el castillo que aparece en el cuento de la Bella Durmiente y la «Casa Terradas», que los barceloneses rebautizaron como la «Casa de les Punxes».
Ni uno ni otro estaban chalados como Luis II de Baviera que mandó construir el castillo original inspirado en la visión romántica de la Edad Media que evocaban las sagas musicales de Richard Wagner. Pero los dos compartían un talento e imaginación con los que eran capaces de dar vida a ideas que parecían una locura, como por ejemplo proyectar un edificio en una manzana triangular, en el Eixample cuadriculado de Idelfons Cerdà. Concretamente, entre la avenida Diagonal, Roselló y Bruc.
Recuperó leyendas medievales
El proyecto nació en 1903 cuando el segundo presidente del FC Barcelona, Bartomeu Terradas, encargó a Puig i Cadafalch una casa para sus hermanas, Àngela, Josefa y Rosa. El arquitecto se aventuró a romper normas. Además de ser el único edificio modernista de Barcelona a los cuatro vientos, creó tres viviendas integradas en un mismo edificio. Cada una tiene símbolos distintivos en las fachadas. Como su maestro Lluís Doménech i Montaner o su colega Antoni Gaudí, la naturaleza es una fuente de inspiración.
Para distinguir la vivienda de Àngela utilizó el trébol como elemento de decoración, para Rosa, rosas, pero para Josefa y su esposo, que vivían en la casa del centro, creó un mosaico con Sant Jordi matando al dragón. Igual que el Rey Loco, «Puig i Cadafalch era un romántico que dedicó parte de su vida a recuperar leyendas medievales de Cataluña, como la del caballero y el dragón», cuenta el responsable del proyecto museográfico Eudald Tomasa. Por eso, la planta noble de edificio, la única abierta al público, además de la planta baja y la terraza que da acceso a los seis torreones, ha sido pensada para difundir la leyenda de Sant Jordi. Las habitaciones, donde en contraste con el exterior predomina la sobriedad, se han convertido en espacios interactivos en los que se proyecta la historia de Sant Jordi.
Una audioguía, con música de Wagner, explica el recorrido que empieza en la terraza, donde el arquitecto encargado de la rehabilitación, Jaume Falguera, cuenta que ha restaurado los elementos originales, desde el color a escaleras de caracol para subir a lo alto de las «punxes». Desde la terraza se accede a las torres que además de un mirador, acogen cinco exposiciones: sobre el arquitecto, la familia Terradas, los artesanos, la iconografía y el contexto histórico. Se explican cosas curiosas como que a principios de siglo la ciudad estaba en obras y cuando llovía era un barrizal, de ahí a que a los de Barcelona se les llamara los de «Can Fanga».
Las entradas, que por ahora no están integradas en ningún circuito modernista cuestan 12,50 euros con audioguía o 20 con visita comentada.
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