Literatura

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La literatura que murió en Auschwitz

Mercedes Monmany recupera en un libro la memoria de las escritoras que murieron en el campo de concentración nazi.

Mercedes Monmany
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Mercedes Monmany recupera en un libro la memoria de las escritoras que murieron en el campo de concentración nazi.

Los nazis no hicieron ningún tipo de distinción cuando pusieron en marcha su maquinaria de aniquilación. Se trataba de acabar con inocentes, con todos aquellos que no pensaran igual que Hitler y sus secuaces, con culturas, con razas, con religiones... En definitiva, con todo lo que pudiera ser sinónimo de libertad. Y entre esas víctimas había escritoras, carreras truncadas o semillas que no tuvieron tiempo para dar el fruto esperado por su muy prematura muerte.

Eso es lo que se puede encontrar en «Ya sabes que volveré», el nuevo libro de Mercedes Monmany que acaba de publicar Galaxia Gutenberg. La autora centra su foco de atención en Irène Némirovsky, Gertrud Kolmar y Etty Hillesum, tres escritoras que murieron en Auschwitz, aunque en el ensayo también hay mención a otras autoras que corrieron la misma trágica suerte, como es el de Ana Frank y su celebérrimo diario.

Monmany, en conversación con este diario, afirmó que este libro es fruto de «años de lectura y de un especial interés por el tema. Me considero una divulgadora del tema europeo y te das cuenta que este continente es capaz de crear a Mozart, Beethoven o Goethe, pero también del mal». Pero el viejo continente, nuestro continente, el que fue escenario de la mayoría de crímenes del nazismo y sus seguidores, no supo asumir su parte de culpa cuando la guerra acabó. «Al principio no interesaba la historia de los supervivientes porque se trataba de sucesos inimaginables en una guerra que no fue nada convencional. Por eso hubo una serie de culpas, de sentimiento de vergüenza», apuntó la autora de «Ya sabes que volveré».

Nos quedó de aquel horror el testimonio escrito de autores como Primo Levi, «que al principio fue rechazado por una editora que era judía comunista». También el testimonio del terror, pero de los momentos previos a la deportación, como es el conocido caso de Ana Frank. «Es el diario de una niña de 16 años y eso es algo que resulta imposible de falsear. Los negacionistas aseguraron que aquello era una invención, por lo que Otto Frank, el padre de Ana, se tuvo que pasar su vida llevándolos a juicio», dice Monmany.

Etty Hillesum es una de las autoras que rescata el ensayo y en su historia y circunstancia se pueden ver no pocos paralelismos con Ana Frank. «Etty es diez años mayor que Ana y las dos son autoras holandesas de un diario. La diferencia es que la primera, al ser mayor, tiene más lecturas que la segunda y se nota en su prosa. Su diario es espléndido y es extraño que nunca se haya publicado íntegro aquí. Ella empezó ese texto como una terapia y así lo mantiene cuando empiezan a producirse esos hechos tremendos», comentó Mercedes Monmany.

Gertrud Kolmar era una joven que procedía « un mundo entre algodones en el Berlín de su infancia. Era la prima favorita de Walter Benjamin y vivieron sus primeros años felices en la capital alemana para acabar siendo masacrados al final de sus vidas. Ella era una mujer retraída que no pertenecía a ningún círculo literario. Es la Emily Dickinson de aquellos años y parece claro que hubiera acabado teniendo un gran futuro de no haber sido asesinada en Auschwitz», expuso la ensayista barcelonesa.

Irène Némirovsky se ha convertido en los últimos años en un mito literario gracias especialmente a la aparición de su «Suite francesa», «una obra que no se puede olvidar que es rescatada en 2004». Todas ellas, en palabras de Monmany, son víctimas de una maquinaria que tiene como principal eje el odio. «Cuando el odio tiene un programa, es muy difícil pararlo, como está sucediendo hoy en día en Siria», reconoció la autora.

Frente a ese odio y en recuerdo de quienes murieron, nos queda su obra como homenaje.